Terrorismo

¿Trastornados o terroristas yihadistas?

Los actores "lobos" solitarios, que se adoctrinan on line, lo hacen libremente, sin ninguna aparente psicopatía; si no hay más atentados es gracias a la acción de las Fuerzas de Seguridad

Un terrorista coloca una bandera de Estado Islámico en Mosul
Un terrorista coloca una bandera de Estado Islámico en Mosullarazon

La noticia, adelantada ayer por LA RAZÓN, en el sentido de que el atropello de Torre Pacheco, en septiembre de 2021, en el que fue presuntamente asesinada una persona y heridas otras, va a ser investigado como acto terrorista e instruido el correspondiente sumario, ha sido acogido con la lógica satisfacción por las Fuerzas de Seguridad y las asociaciones de víctimas. Se trata del primer atentado yihadista después de los cometidos en 2017 en Cataluña.

Desde el primer momento, desde algunos sectores se trató de presentar al autor de dicho atropello, como ha ocurrido ahora en el caso de Algeciras, como un individuo trastornado, algo que también ocurre en otros países europeos en situaciones similares, ya que a ningún gobierno le gusta admitir la inseguridad que suponen ante la opinión pública este tipo de acciones delictivas.

Sin poner en cuestión la decisión de los tribunales, y mucho menos las de los médicos forenses de la Audiencia Nacional, cuya profesionalidad está sobradamente acreditada, en ambos casos, en el de Torre Pacheco y en el de Algeciras, hay unas pautas de comportamiento casi idénticas.

Se trata de dos individuos, marroquíes ambos, que, en un corto espacio de tiempo, modifican de forma brusca sus costumbres e inician, según las investigaciones policiales, un proceso de radicalización express que concluye con la comisión de los referidos actos criminales.

En el de Torre Pacheco, el autor está muerto –se sospecha que, por su propia voluntad al clavarse un cuchillo, hecho que deberá dilucidar la Justicia—y el de Algeciras está internado en un centro psiquiátrico. LA RAZÓN ha publicado sus declaraciones en las que vino a manifestar que actuaba bajo la influencia de una especie de llamamiento divino. Un sujeto con antecedentes, que ha pasado por la cárcel, sabe cómo declarar, pero habrá que concederle el beneficio de la duda. Lo que está claro es que los forenses han aconsejado su internamiento en el citado centro.

Sin embargo, hay una pregunta que nadie se formula y que puede ser esencial a la hora de poder enjuiciar estos hechos. ¿Cuándo una persona decide, por estar arrepentido de la vida que lleva, por un deseo de volver a la religión que ha profesado y hacerlo en su interpretación más rigorista (Sharia), o por otras razones, decide consumir de forma compulsiva propaganda yihadista, lo hace libre y voluntariamente? ¿Alguien le obliga? ¿Está en su sano juicio cuando toma esta decisión? La misma pregunta vale para el que cambia de manera súbita sus pautas de comportamiento y hasta redacta una carta en la que explica sus intenciones yihadistas.

El momento mismo de la comisión del hecho criminal puede ser incardinado en un brote psicótico, si así lo deciden los expertos en la materia, pero ¿el periodo de auto adoctrinamiento también? Son muchas semanas, días, horas para reflexionar al respecto hasta que llega la “inspiración divina” y pasan a la acción.

Seguro que los especialistas tendrán alguna explicación al respecto, pero, por principio, todo esto no cuadra, y no sólo en los referidos casos ocurridos en España, con el de un trastornado que, tras cometer el crimen, puede decir ante las Fuerzas de Seguridad o ante el juez, lo que le plazca, dada su condición de investigado y más si ya tiene experiencia de haber pasado ante los tribunales y cumplir condena.

El pasado año, según se publica en esta misma web, hubo casi 50 detenciones de yihadistas, la mayoríaindividuos en periodo de auto adoctrinamiento on line y que estaban a punto de pasar a la acción. ¿Qué hubiera ocurrido si las Fuerzas de Seguridad no los hubieran detectado a tiempo? Es fácil imaginarlo. ¿Entonces también nos habríamos enfrentado a crímenes cometidos por supuestos trastornados?

Se puede admitir, porque es así, que si un sujeto se mete a yihadista no debe tener la cabeza muy bien amueblada y que su grado de fanatismo le lleva al extremo de confundir el bien y el mal; y justificar en razones religiosas sus comportamientos delictivos.

A los aspirantes a actores, “lobos”, solitarios se les convence a través de la propaganda on line (que consumen libremente, sin ningún tipo de trastorno previo) de que estamos ante un conflicto de religiones: «Ésta es una guerra justificada divinamente entre la nación musulmana y las naciones de la incredulidad», les dicen. Para asegurar a continuación que Alá ampara la difusión de sus creencias mediante el uso «de la espada», que es una obligación que se encuentra en el Corán.

Se trata de una auténtica falacia. Los cabecillas de la “yihad mediática” hacen un uso torticero de su libro sagrado para justificar las acciones criminales y presentarlas como ese mandato divino (el invocado por el de Algeciras). Yihad significa “esforzarse” o “forzarse a sí mismo”, se trata de un esfuerzo personal llevado al límite. Aparece treinta y cinco veces en el Corán. En veintidós, el significado es esfuerzo o superación en la conducta propia y colectiva; en tres, elevación espiritual de los creyentes; y en diez, guerra defensiva (nunca ofensiva).

La yihad, con el significado de combate, consiste en repeler los ataques de los infieles que se reciban en las tierras del Islam desde el exterior, y nunca “para obligar a nadie a convertirse a esa religión, ni como venganza de sus adversarios”, según expertos consultados por este periódico.

Luego, el consumidor de la propaganda on line, o el que decide adoptar los modos de actuación yihadista, no es, en principio, ningún trastornado. Puede que una persona vulnerable a la que no se le ocurra otra idea que expiar sus pecados acabando con la vida del primer “cruzado” (cristiano) que se cruce en su camino. De que se les califique y juzgue de una manera u otra depende que sus víctimas puedan ser resarcidas económicamente. En el caso de Torre Pacheco, el asunto parece encarrilado, pero ¿qué va a pasar con lo de Algeciras?