Familia

Jo, tía, Nube. La isla de las tentaciones, ni fu ni fa

Mónica Naranjo presenta el programa "La Isla de las Tentaciones"
Mónica Naranjo presenta el programa "La Isla de las Tentaciones"larazonMediaset

El otro día vi la Isla de las Tentaciones. Los que llevamos desde 2002 pidiendo por favorcito a todos nuestros dioses (los fans de Confianza Ciega somos politeístas) una nueva edición o, en su defecto, una reposición, esperábamos este estreno como agua de mayo. Chafón.

La Isla de las Tentaciones no es Confianza Ciega. Ya os aviso y es ese su primer fallo. Yo esperaba una Nube y una Carol (qué inusitado don el mío para retener datos estúpidos e inservibles y, sin embargo, carecer al mismo tiempo de memoria funcional), pero no. Lo que ahí han metido es un espisodio random de “Mujeres, hombres y viceversa” aliñado con algo de “Fist dates” y alma de bachatica. Porque, eso sí, los han metido en dos villorrios en el mismico Caribe que da gozo ver aquello.

La dinámica es sencilla: cinco parejas, algunas de las cuales llevan la friolera de cinco meses juntos, van a poner a prueba su confianza y lealtad. ¿Cómo? Pues conviviendo con solteros de buen ver del sexo contrario. Lo típico. Las chicas estarán en una casa con diez hombres atractivos y ellos, por su parte, con diez jovenzuelas sin ataduras. Un jolgorio.

Pero no es Confianza Ciega.

No es Confianza Ciega porque aquí no tenemos a parejas que llegan a participar en un reality cuando los realitys estaban en pañales. Aquí han llegado parejas que ya se han conocido en un reality, que controlan el medio. Parejas que, por supuesto, no pueden tener nombres normales que yo recuerde. No pueden ser Marías, Lucías, Manolos o Begoñas. Tienes que ser Katerinas, Melanis, Lewis y Fiamas. Y todas van vestidas como si las hubiesen retado a confeccionar con sus propias manos el vestido con menos tejido del mundo y el color más espeluznante. Dios mío, no sabía que el rosa y el morado podían llegar a alcanzar tonalidades tan ofensivas. Creo que en solo un episodio he perdido un par de dioptrias y cerca he estado de sufrir quemaduras en la retina. No exagero. Por momentos el programa parecía el vídeo casero de una boda, chandalera y poligonera, de dos que se conocieron en el grupo de terapia de daltónicos de un ambulatorio del extrarradio. Igual aquí sí exagero.

Y no es Confianza Ciega. Insisto.

En Confianza Ciega tenías la sensación de estar viendo por una rendijita a una pandilla de colegas en un aparthotel de Magaluf. Y era impagable ver el candor con el que caían en las redes de modelos a sueldo del programa diciéndoles “bonitos ojos tienes”. ¿Quién no recuerda aquel “Jo, tía, Nube. Saeendy está por mí” de Carol (nuestra Carol) sin emocionarse un poco y sentir ganas de abrazarla para, a continuación, arrearle una colleja?

Pero estos no. Aquí ya no cabe esa inocencia. Aquí lo que hay son escotazos, tatuajes, estrategias y ganicas de aprovechar el tirón y sacarse unos dinerillos ahora aquí, luego en plató, luego unos bolos, luego un GH VIP. Que en dos meses te embolsas lo que en la barra de una discoteca de provincias sirviendo cubatas te costaría dos años, fin de semana tras fin de semana. Y en lugar de aguantar babosos sin casting previo, aquí te metes en la piscina con un surfero, un mulato o un profesor de fitness. Todo son ventajas.

Cantaba Sabina, que me corrija mi queridísimo Julio Valdeón si me equivoco, que ahora las niñas ya no quieren ser princesas. Ahora lo que quieren es ser tronistas. Tampoco hay que estudiar y no tienes rsponsabilidades. Yo a veces, de verdad os lo digo, no sé si vamos para adelante o para atrás. Como dice un amigo mío, pareciera que desevolucionamos.

De todos modos, no todo es malo. Hay palmeras, aguas turquesa, ron con coca cola (espero) y Mónica Naranjo. Porque reconozcamos que poner a Mónica Naranjo, o a cualquiera que no sea Francine Gálvez, a presentar es todo un acierto. Confianza Ciega no funcionó como debía, eso lo sabemos todos los que lo vimos y lo hemos echado de menos año tras año, por culpita de Francine Gálvez. Nunca la discriminación positiva resultó ser tan negativa.

Por ir concretando, que esta columna ya pide corolario, que no me he enganchado. Es más de lo mismo, pero con poquita gracia. No tiene el ritmo y la espontaneidad de un directo, da la sensación de estar muy guionizado y no consigo que ninguno de ellos me caiga especialmente bien. Hasta las lágrimas y los celos parecen de coña. Pero oye, yo lo volveré a ver. Que ya he quedado con mi amiga Esther, la que tiene pelazo y un novio pelirrojo (algún defecto tenía que tener), para verlo juntas. Pero ni de lejos es como quedar para ver “Granjero busca esposa”. Aquello sí que era un reality. O los primeros “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”. Qué buenos ratos.

Algo está pasando con los realitys en este país para que todos parezcan ahora un combinado de “Mujeres, Hombres y viceversa” con lo que sea. ¿Será “Mujeres, Hombres y viceversa” al universo reality show lo que la quinoa al menú de un restaurante vegetariano? Qué rabia me da que se me planteen más dudas que certezas.

No deja de ser curioso, y con esto voy terminando, que justo cuando más desatado tenemos al esquizofeminismo sea cuando más tienden los programas de telerrealidad a la chicha y la cacha. Lo que nos quitan por un lado (fuera muchachas en minifalda para entregar trofeos) nos lo dan por otro (dentro carnaca y sexbomb con calorcito tropical). El ser humano es fascinante.

Lo dicho. Que la Isla de las Tentaciones, ya me jode admitirlo, no es Confianza Ciega.

Jo, tía, Nube. Otra oportunidad perdida. Y nosotras sin secador.

ResponderReenviar