Psicología
Qué es la empatía y por qué nos hace vivir mejor
La empatía es una capacidad de adaptación social, que nos ayuda a detectar de forma automática las emociones, pensamientos y necesidades emocionales de las personas con las que interactuamos
Empatizar significa ponerse en el lugar del otro, entender qué emociones, pensamientos y circunstancias personales nos transmiten. Es una herramienta de comunicación que sirve para detectar el estado mental de la otra persona y transmitir que entendemos cómo se siente,
Vivimos rodeados de personas, cada una con su propia forma de sentir, de pensar, de vivir y con una visión especifica del mundo. La empatía es una capacidad de adaptación social, que nos ayuda a detectar de forma automática las emociones, pensamientos y necesidades emocionales de las personas con las que interactuamos; pero realmente, ¿cuántas veces sentimos que nos entienden? O ¿que conectan con nuestra forma de ver una situación?
Empatizar significa ponerse en el lugar del otro, entender qué emociones, pensamientos y circunstancias personales nos transmiten. Es una herramienta de comunicación que sirve para detectar el estado mental de la otra persona y transmitir que entendemos cómo se siente. Las palabras “Te comprendo” “Puedo imaginar cómo te sientes” acompañadas de gestos de comprensión tienen efecto de empatía.
No siempre hay que estar de acuerdo con la visión del otro, ni sentirnos identificados con lo que sienten o piensan. Los problemas en la empatía surgen cuando no se detecta el estado mental del otro, cuándo su estado mental no concuerda con nuestra visión o nos fusionamos con el estado del otro. Para empatizar correctamente, es importante tener en cuenta las emociones y pensamientos de la otra persona, y tomar perspectiva de lo que yo pienso o estoy sintiendo.
En nuestra sociedad está mal visto que se expresen las emociones que generan malestar de forma abierta. Se suele hablar con ciertas personas y en un círculo de amigos reducido. Hablar con tu jefe de que te enfada que te trate así, o, transmitir que estás pasando por un mal momento no es algo habitual. Esperamos que la otra persona empatice con nosotros y detecte estas necesidades. Transmitir de forma clara nuestra necesidad, en concordancia con lo que decimos y los gestos no verbales, pueden ayudar al otro a que empatice con nosotros.
Los seres humanos transmitimos señales verbales y no verbales para exteriorizar estas emociones. Genéticamente traemos una serie de gestos innatos. A través del movimiento de músculos faciales expresamos emociones como la alegría, tristeza, sorpresa o enfado. Ekman y Friesen, en el año 1961, estudiaron la capacidad que tenían los habitantes de una tribu de Nueva Guinea de detectar las emociones que expresaban personas occidentales mediante fotografías. Tanto los habitantes de la tribu como el grupo de personas occidentales pudieron detectar las emociones del otro grupo.
¿Cómo se desarrolla la empatía?
Las investigaciones sobre comunicación nos han mostrado que el 90% de los mensajes emocionales son no verbales. Se captan de forma automática, sintonizando estas señales con una emoción y reaccionamos ante ellas con preguntas como “No me estás diciendo la verdad ¿Te ocurre algo?, pareces preocupado. Especialmente, la mayoría de los padres tienen una intuición especial para percibir los mensajes no verbales de los hijos. Cuando perciben emociones angustiosas en los hijos, en una relación de apego seguro (con una vinculación sana), empatizan adaptando el tono y la voz para potenciar la seguridad y confianza que necesitan.
Humanos y primates, nacemos con la capacidad de ser empáticos. Desde la psicología básica, se ha estudiado que la empatía reside en las neuronas espejo, encargadas de captar e imitar los estados mentales internos de otras personas. Si una persona te sonríe en la calle, te contagia su sonrisa y le respondes. Si tu pareja o tus padres tienen un estado de ánimo triste pueden contagiarte la tristeza. Nos contagiamos emocionalmente de nuestro entorno y adquirimos los estados emocionales internos de los demás. En la adquisición de la empatía es muy importante que los padres enseñen a conectar con las emociones de otras personas y a diferenciarse de ellas. Para un buen desarrollo de la empatía, necesitamos aprenderlo de nuestro entorno, principalmente en la interacción con los padres o cuidadores. La empatía aparece a los tres meses de edad, y en las experiencias de relación con los padres aprendemos esta habilidad que luego determinarán las relaciones de adultos.
¿Qué pueden hacer los adultos para enseñar a los niños o adolescentes a ser empáticos?
Los adultos son los modelos de buenas relaciones para los niños y adolescentes. El tipo de relación que experimenten con sus padres y las personas de referencias (abuelos, maestros, canguros, tíos...) determinará la visión que tendrán de las relaciones y cómo deben comportarse. En las relaciones aprenden a escuchar a los demás, a entender los gestos no verbales y los estados emocionales, a dar afecto y ayudar cuando alguien lo necesita. Si las necesidades emocionales como explorar, regularse emocionalmente, tener afecto, sentirse conectados, seguros y protegidos son cubiertas. Podrá sentir mayor conexión, seguridad para entender a otras personas, mostrar sus necesidades y ayudar a los demás. Como hemos dicho, pueden empatizar con el otro y saber diferenciarse.
Por el contrario si no se recibe esa conexión y seguridad, el niño aprende a desconectarse del otro o de él mismo y sobrevive como puede. Para preparar a los niños a tener relaciones sanas se puede potenciar un estado abierto y receptivo a los demás, en vez de cerrado o rechazante. Cuando el estado es cerrado o rechazante quiere decir se está en peligro, y se necesita autodefenderse. En un estado cerrado no podemos escuchar con atención, estamos en alerta y es imposible conectar con los sentimientos y necesidades de los demás.
Para entrenar a los niños es importante usar los momentos de crisis, cuando están en modo cerrado no es un buen momento. Si distinguimos los momentos de estar receptivos o cerrados, podemos usarlo a posteriori, para mostrarles que las experiencias empáticas pueden ser placenteras o divertidas.
Cualquier momento, de seguridad y conexión, puede ser una gran experiencia para entrenar la empatía tanto en niños como en adultos.
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