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Conflictos familiares

¿Qué significa que tu hijo no te haga caso pero te conteste mal siempre? La psicología lo resuelve

Este acto de rebeldía puede tener diversas causas, como el desarrollo de actos cotidianos que interioriza el niño o factores emocionales, entre otras

Cinco errores habituales a la hora de criar a los hijos y que se deben corregir: “No nos damos cuenta…” Pexels

Ser padre en el mundo actual implica enfrentar múltiples desafíos que van más allá de la simple crianza. Las exigencias laborales, la sobreexposición a la tecnología, el acceso ilimitado a información y los cambios sociales han reconfigurado el rol de los padres y la forma en que se relacionan con sus hijos. Las estructuras familiares también han cambiado, haciendo que muchos adultos se enfrenten a la tarea de educar en entornos donde los límites, las rutinas y la autoridad se difuminan con facilidad.

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Durante la infancia, los hijos pasan por diferentes etapas de desarrollo que ponen a prueba la paciencia y la constancia de los adultos a cargo. La rebeldía, la desobediencia ocasional, el deseo de explorar sin restricciones y las respuestas impulsivas pueden formar parte del proceso normal de crecimiento. Sin embargo, cuando estas conductas persisten o adquieren una forma agresiva, se transforman en señales que merecen una atención más profunda.

La obediencia y la rebeldía a la orden del día

Una situación que se repite en muchos hogares es la de niños que no obedecen a sus padres pero que, al mismo tiempo, responden con insolencia, sarcasmo o evidente molestia ante cualquier corrección. Este patrón, más común de lo que se cree, se manifiesta en actitudes como el ignorar órdenes básicas mientras se devuelve una respuesta verbal cargada de desprecio o enojo. Para muchas familias, esto genera un sentimiento de impotencia y una pérdida de control sobre la convivencia diaria.

Los especialistas en psicología infantil advierten que este comportamiento no es únicamente una cuestión de mala educación o falta de límites. En muchos casos, responde a una combinación de factores emocionales no atendidos, frustración acumulada, necesidad de atención o modelos de comunicación que el menor ha interiorizado en su entorno. Cuando un niño responde mal de forma constante, está manifestando una emoción que no sabe canalizar de otro modo. La desobediencia, sumada a la agresividad verbal, puede ser el reflejo de una falta de conexión emocional más profunda con las figuras de autoridad.

La importancia de preocuparse a tiempo

Esto no significa que cualquier episodio de mala respuesta deba encender las alarmas, pero sí que existe un punto en el que la situación puede derivar en consecuencias más serias. Cuando las contestaciones irrespetuosas son diarias, van acompañadas de actitudes hostiles y se convierten en el único modo en que el niño interactúa con sus padres, es momento de considerar una evaluación profesional. También debe alertar a los adultos si el niño muestra dificultades para acatar normas en otros contextos, como en la escuela o con otros adultos de referencia.

¿Cómo afrontar la situación?

Desde la psicología se sugiere trabajar en el fortalecimiento del vínculo afectivo, establecer normas claras y coherentes, y sobre todo, mantener una comunicación empática que permita al menor expresar lo que siente sin temor al castigo. Ignorar la mala conducta no suele ser efectivo, pero reaccionar con gritos o castigos excesivos puede agravarla. Escuchar, validar emociones y establecer consecuencias razonables y consistentes puede modificar gradualmente ese patrón de respuesta.

El papel del adulto, entonces, es esencial. No se trata solo de imponer autoridad sino de construirla con presencia, respeto y coherencia. Cuando un niño responde mal pero no obedece, está pidiendo algo que aún no sabe expresar con claridad. Entender el trasfondo de esa actitud no justifica el comportamiento, pero sí permite abordarlo desde una perspectiva más comprensiva y eficaz. La intervención temprana y una mirada profesional pueden marcar la diferencia para evitar que esta forma de relacionarse se convierta en la norma dentro del hogar.