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Por qué es tan especial el equinoccio de otoño en esta diminuta capilla de Galicia
Considerada la ermita mozárabe más pequeña del noroeste peninsular, con el cambio de estación proyecta una fascinante estrella de seis puntos

Cada septiembre, cuando el calendario anticipa la inminente llegada del otoño, Celanova (Ourense) se convierte en escenario de un prodigio que aúna ciencia, historia y algo de misterio. La protagonista es la capilla de San Miguel, un oratorio prerrománico del siglo X que, pese a sus apenas veinte metros cuadrados de superficie, encierra un fenómeno astronómico que sigue sorprendiendo a vecinos y visitantes: el día del equinoccio de otoño, al amanecer, la luz del sol traza en su interior una estrella resplandeciente.
El equinoccio de otoño se produce cuando el Sol se coloca exactamente sobre la línea del ecuador terrestre. En ese preciso momento, la duración del día y de la noche se equilibran casi a la perfección, en contraste con los solsticios, cuando la balanza se inclina claramente hacia la luz o la oscuridad. Este acontecimiento astronómico, que en el hemisferio norte ocurre entre el 21 y el 24 de septiembre (este año, mañana), marca el fin del verano y el inicio de una estación de tonos dorados y atardeceres más tempranos.
Ese equilibrio solar cobra una dimensión extraordinaria en San Miguel de Celanova. La pequeña capilla, orientada con asombrosa precisión, recibe al amanecer de los equinoccios un haz de luz que atraviesa sus estrechas ventanas y, al proyectarse en el ábside, dibuja una estrella de seis puntas.
El efecto dura apenas unos minutos, pero quienes lo contemplan coinciden en describirlo como algo único, mezcla de perfección matemática y misterio de otro tiempo. No es extraño que muchos se congreguen en los jardines del monasterio para presenciarlo, con el punto exacto de observación señalado sobre las losas del suelo.
Joya del mozárabe
Más allá del fenómeno solar, la capilla de San Miguel constituye en sí misma una joya arquitectónica. Se levantó en torno al año 940, en plena expansión del arte mozárabe en la península, y conserva intacta su estructura original. Sus muros gruesos, sus arcos de herradura y sus tres minúsculas estancias hablan de una época en la que la influencia islámica impregnaba incluso la arquitectura cristiana.
De dimensiones casi simbólicas —8,5 metros de largo por 3,85 de ancho—, está considerada la capilla mozárabe más pequeña del noroeste peninsular. Algunos historiadores sostienen que San Rosendo, fundador del cercano monasterio de San Salvador, la mandó construir como oratorio personal; otros creen que fue un recinto funerario destinado a su hermano Froila.
Sea cual fuere su origen, la inscripción que aún se conserva sobre la puerta, rogando oraciones por un pecador llamado Froilán, nos conecta con la intimidad espiritual de sus primeros tiempos.
Historia, misterio y patrimonio
La singularidad de San Miguel no pasó desapercibida: en 1923 fue declarada Monumento Nacional, en el mismo decreto que protegió joyas monásticas como Santo Estevo de Ribas de Sil o San Pedro de Rocas. Su valor reside tanto en la antigüedad y la pureza estilística como en el aura de misterio que la envuelve.
Hay quien asegura que el maestro que la diseñó pertenecía a la escuela de la Mezquita de Córdoba, y otros la consideran una versión reducida de la iglesia de Santiago de Peñalba, en El Bierzo.
Tampoco faltan las hipótesis más evocadoras: ¿sabían sus constructores que, siglos después, el sol dibujaría una estrella en su interior? ¿Es fruto del azar, de una orientación ritual heredada de los cultos solares de la Antigüedad o del saber astronómico de sus maestros?
Un viaje en el tiempo
En cualquier caso, visitar San Miguel de Celanova es entrar en un espacio donde la arquitectura, la historia y la astronomía se mezclan de modo natural. La capilla, diminuta en tamaño, se alza como un símbolo de lo eterno, una especie de recordatorio de que el hombre siempre ha mirado hacia el cielo en busca de sentido.
Así, cada equinoccio, cuando el haz de luz revela la estrella escondida, este rincón de Galicia nos recuerda todo ese misterio. Y quizá por eso muchos deciden madrugar y esperar en silencio a que el sol nazca.
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