Gente
En brazos de las mujeres maduras
Paquita Torres, Cristina Piaget o Paloma Dominguín volvieron a pisar la pasarela que tantos triunfos les dio tiempo atrás
Era un homenaje necesario, buscado y justo. Estábamos en deuda con los desfiles de lo que fue la Pasarela Cibeles, a la que todos siguen refiriéndose en vez de titularla Fashion Week como proclama su actual título, que no es nada castizo. Mirada hacia la eternidad pero con evidente nostalgia. La producía recuperando una docena de nombres y caras de antaño pero que son de actualidad permanente. Lo eran, y han vuelto serlo, desde Paloma Lago a Cristina Piaget; la interesante Paola Dominguín, Fráncine Galvez y una Paquita Torres que llegó a ser «Miss Europa». También la insulsa Isabel Prinz, a la que recuerdo como una de las últimas novias, más bien capricho, de mi fraternal Carlos Larrañaga, que cada mes se enamoraba de una mujer distinta. Pero hasta enamoró a grandes de España, en lo que quizá influyó que descendía de un duque. Considerándome como hermano, siempre me las presentaba como «es el amor de mi vida», y llegué a esta profesión gracias a su madre, María Fernanda Ladrón de Guevara, de quien nació Amparo Rivelles, gran triunfadora en el cine mejicano para el que trabajó un cuarto de siglo.
A Carlos no había que creerle nada, pero ellas caían como moscas, acaso seducidas por lo que contaban de su tamaño. Era infatigable en ilusionarse y lo hubiera hecho en esta cita de tanta cara conocida que, experta o crítica, repasaba Nati Abascal, también símbolo de tiempos pasados y mejores. Atraídas por no sé qué de Roberto Torreta, se reunieron bajo las frías bóvedas de cristal del antiguo y céntrico edificio de Correos, que domina la Plaza de Cibeles. Es un lugar gris y bastante desaprovechado, que ha sido relanzado con desfiles como éste, donde el diseñador no se rompió la cabeza y presentó prendas convencionales pero de indudable comercialidad. Es lo que se pretende en vez de innovar y revolucionar. La ex Cibeles es así de clásica, de ahí que echaran mano de Cristina Piaget, Francine Gálvez (que fue una de las que mas destacó por su estética rematada con sandalias de tiras doradas) o de una irreconocible Elsa Anka.
Todas, y todos, nos cuestionábamos allí: ¿cómo se conservarán esta o aquella?, lo que añadía un evidente morbo al desfile, sin duda muy acertado y hasta con mala leche o regodeo por la elección de sus protagonistas. Fue un recuerdo de un ayer donde Madrid bullía en fiestas, galas y celebraciones que no tienen nada que ver con el panorama actual. Ay, la nostalgia no es un error, como decía J.B. Priestley (nada que ver con Isabel) en su melancólica «Herida del tiempo», pero no cabe duda de que rejuvenece.
✕
Accede a tu cuenta para comentar