Entrevista
Las costuras de Lorenzo Caprile: “Ya no sé si hay cuatro o cinco sexos”
No tiene estómago para hacer política pero sí opinión. Le enerva la gestión de las vacunas y la falta de criterio
El pasado fin de semana, estrenaba en el teatro Calderón de Valladolid «un Siglo de Oro, en edición de Eduardo Vasco. A la compañía les he tuneado doce trajes porque hay poco dinero». El modista triunfa en el teatro y en la moda, dos sectores que están heridos: «Es un milagro estrenar un clásico y seguir con el taller abierto». Recientemente comenzaba también la tercera temporada de «Maestros de la Costura»: «Lo vi en pijama, metidito en la cama y con mi móvil del año ’'pum’' en la mano para ir contestando los mensajes que me llegaban. Vivo divinamente sin WhatsApp porque no tengo ganas de llegar al siglo XXI».
–¿Para ser diseñador hay que ser estridente?
–No estoy de acuerdo, ahí tienes a nuestros concursantes. Javier trabaja en un club de fútbol y había un boxeador y una azafata. Hay dos o tres más estridentes, pero es como la vida misma, sin olvidar que estamos en un programa de televisión.
–¿Qué le enerva más?
–Mis cabreos son los de toda España ante la falta de criterio y la falta de coherencia. No puedo entender que a 40 kilómetros de aquí las normas y los horarios sean otros, como si el virus en Madrid fuera distinto del de Toledo o Murcia. La falta de una unidad de criterio nos hace ser descreídos. También me saca de quicio la carrera patética para ver quién se vacuna y las explicaciones tan ridículas que dan para justificar que se han colado. ¿En manos de quién estamos?
–Figura en un listado de homosexuales influyentes, ¿le ha tentado la política?
–Nunca. Hay que tener mucho pelo en el estómago y estar hecho de una pasta especial. Según envejezco lo que quiero es disfrutar de la vida y estar tranquilo. No me considero influyente, pero si el hecho de salir como tal sirve para ayudar a alguien que lo esté pasando mal, pues bienvenido sea, y como decía Cela, «cada uno se corre como puede». Al sexo se le da una importancia que no tiene, está sobrevalorado.
–Pero los modistas lo reflejan en la ropa.
–Sí y, últimamente, más: con un pantalón siete tallas más pequeño, un corte marcando los genitales y el culo, camisas apretadas que marcan que te estás matando en el gimnasio… Y eso pasa en todos los sexos que hay, que ya me lío si hay cuatro o cinco sexos.
–Dada la pandemia los diseñadores acabarán haciendo sudaderas y pijamas.
–No lo sé. Me pilla muy mayor para cambiar. Gracias a que en los años de bonanza no me volví loco abriendo tiendas, tengo una flexibilidad y libertad para seguir en mi línea y, si la cosa se pone peor, me iré a vivir con una hermana y se acabó.
–¿Y cómo está aguantando?
–Como podemos. Las pymes no tenemos colchón financiero. Gracias a los ERTES estamos tirando. Intento ser positivo, pero la situación en España pinta mal porque el tejido empresarial somos pymes y autónomos.
–Apenas hablamos ya sobre el ropero de doña Letizia ¿eso es bueno o malo?
–No hay mal que por bien no venga. Esta espantosa pandemia ha colocado muchas cosas en su sitio y ahora el tiempo lo dedicamos a lo importante o a dar un paseo por si nos vuelven a encerrar. Ellos lo están haciendo bien. El Gobierno se encarga de recordarnos que vivimos en una monarquía parlamentaria y que el Jefe del Estado es una figura simbólica con poco poder.
–Lo decía por la influencia que tiene para ayudarles a vender.
–Grandes «influencers» fueron Marisol y Carmencita Martínez-Bordiú, que vestía de Miguel Rueda. Hemos tenido iconos muy potentes, como Doña Elena en sus años «marichalarescos».
–¿Sigue subiendo la Infanta a su taller a pasar la tarde?
–Sí, si está por el barrio sube un rato porque tengo mucho trato con las dos hermanas de su Majestad, tengo una relación muy cordial, pero no te voy a contar de qué hablamos o de cómo está su padre, pero sí te digo que a su hija Victoria le dais mucha caña y es una cría muy maja.
–¿Qué tiene usted en común con Isabel Pantoja, Massiel y Anabel Alonso?
–Los cuatro cumplimos años el 2 de agosto y tenemos un carácter fuerte. Decimos muy claro las cosas. Somos muy de al pan, pan y al vino, vino. A veces demasiado sin medir las consecuencias, dado que somos pasionales, que es lo que le está pasando a Pantoja con su hijo, que a veces no se miden las consecuencias de lo que se dice. No he seguido muy de cerca el caso Pantoja, pero a veces es mejor desarrollar el músculo de la paciencia y contestar con reposo.
–¿Sigue siendo italiano?
–Sí, si quisiera ser español, en una semana tendría la nacionalidad pero no lo hago por pereza y también por romanticismo, por mi padre y mis abuelos. Lo único que me da rabia, y es incomprensible, es no poder votar donde pago mis impuestos. En España solo puedo voto al ayuntamiento y en las generales lo hago en las italianas.
–Si hubieran mantenido la empresa familiar, ahora podrían ser como Tesla.
–La empresa de magnetos la fundó mi abuelo. Un magneto son las baterías de los coches y a mí ese señor, Elon Musk, me parece como los malos de James Bond, que está intrigando todo el día. Esos nuevos héroes como Jeff Bezos me hacen encender las alarmas con tanto poder económico.
–Pero para poder el de Amancio Ortega...
–Don Amancio es mi héroe particular, mi punto débil. A él no le veo como a Bezos. Para empezar, es discretísimo. No echa la charla ni tiene intención de cambiar el mundo. He estado dos veces con él y aprendí más de mi profesión que en cinco años de formación y treinta de taller. Es un jefe de producto brutal. Me dijo: «Capriliño, competencia es todo porque lo que le compran a otro, no me lo compran a mí», y yo me sentí la última cucaracha de la ría de Arosa.
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