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La mandíbula TRAIDORA que delata la tensión de Sánchez
En su intervención en el Liceo de Barcelona, apretó los labios y tensó los rasgos faciales al ser abucheado
Bien sabe Sánchez que, si la primera cosa que le puede ocurrir al iniciar un discurso es tener que tragar un sapo, se traga. Y que eso sea lo peor que le pueda pasar el resto del día. El gesto cobró verosimilitud esta semana durante su discurso en el Liceo de Barcelona, cuando fue interrumpido por abucheos. Le delató su mandíbula. Apretó los labios y por un instante contuvo ese sapo, metáfora de su sofoco al anunciar el indulto a los presos independentistas. Fue una de las escasas muestras de naturalidad en una puesta en escena minuciosamente hilvanada en cuanto a aspecto, actitud y también en los movimientos.
El presidente habló con la barbilla en alto y la espalda recta, pero sin rigidez, cumpliendo una a una las reglas sobre cómo adoptar la postura del poder. La situación exigía mostrarse cuidadosamente relajado y él lo hizo separando un poco sus pies, con el derecho algo adelantado. Nuria Moreno, experta en comunicación no verbal y asesora de alta dirección, reconoce en esa pose una «posición de toma de poder, decisión y acción». Pero también repara en un detalle: ese pie se levantaba hacia arriba. «Esto es porque los dedos, en especial el dedo gordo, se estiran hacia atrás. Es una reacción defensiva que se produjo con los gritos que le interrumpieron».
En ese momento también la voz, algo acalambrada, conspiró en su contra, igual que el labio inferior que, durante unos segundos, temblequeó. Sánchez conoce la mejor colocación para hablar, la expresión facial y el tono de voz idóneos para convencer y el contacto visual más ventajoso. No hace mucho se declaraba partidario de que los políticos presos por sedición cumplieran íntegramente las penas y no era esta la ocasión para dar signos de flaqueza. Enseguida se recolocó y aplicó la lección del pensador Ralph Waldo Emerson: «Lo que eres habla tan fuerte que no me deja oír lo que dices».
No es la primera vez que esa mandíbula traidora le juega una mala pasada, convirtiendo sus músculos faciales en el barómetro más franco de su estado interno. Por mucho que le pese, su bruxismo maxilar pasará a la historia. A punto estuvo de romperse antes del cara a cara con Mariano Rajoy, en diciembre de 2015. En aquella ocasión, Sánchez, menos impostado que ahora, transfirió su excitación al debate con abundantes descalificaciones. En el Liceo barcelonés la mueca llegó en el minuto más tenso del discurso, al mencionar la palabra prisión: «Apretó la mandíbula y los labios y las comisuras de los labios se extendieron hacia los labios, indicando contención de emociones», describe Moreno.
Una vez que se sobrepuso, su discurso sobre los indultos fue una clase magistral de autocontrol frente al rechazo que recibe en buena parte de la sociedad y de la clase política. Llegó bien entrenado y se observa en cada uno de sus gestos.
Hay un momento, cuando dice «el Gobierno de España ha decidido», en el que saca la lengua lentamente en el centro, un ademán de orgullo, según advierte Moreno. «Demuestra que está plenamente convencido y orgulloso de su decisión. Antes ha tomado aire profundamente, lo que indica lo costoso que ha sido llegar hasta este punto. A continuación, muestra una leve sonrisa muy relajada que muestra su alivio».
Mente y corazón, unidos
Seguramente ensayó hasta conseguir que el discurso fluyese espontáneo. Durante casi media hora permaneció inmóvil, dejando que solo gesticulasen sus manos para apoyar sus palabras y acentuar el mensaje. Alguna vez las usó para aferrarse con ellas al atril. Moreno aprecia de nuevo coherencia cuando las lleva al centro mientras dice que comprende a la parte de la sociedad española y a la parte de la sociedad catalana. «Indican que su mente y su corazón están unidos, que está siendo coherente». Igual ocurre cuando enseña las palmas de su mano para decir que apoya los indultos. O cuando con el pulgar hacia arriba ratifica que él es el líder. «Es un ítem de veracidad».
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