Gente
Carmen Lomana: ¿Dónde quedó el ridículo?
No he visto nada tan grotesco y esperpéntico como la presentación ayer de «Manual de resistencia», de autor desconocido pero firmado sin vergüenza ninguna por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez como prólogo a su campaña electoral. Yo me encontraba en Santiago de Compostela, donde había ido para trabajar en un programa lleno de humor que se emitía por la noche. Me disponía a descansar y conecté la televisión cuando aparecen Mercedes Milá (en modo rubia) y el adorable Jesús Calleja flanqueando a nuestro patético personaje en lo que parecía una sátira burlesca de tan insigne autor. Me quedé clavada, ojiplática, sin poder creer lo que estaba viendo y escuchando. Mercedes Milá, con su proverbial arrogancia y desparpajo, trataba a Sánchez como si de un concursante de «Gran Hermano» se tratase, sin ningún respeto, yo sentía vergüenza ajena porque él no se daba cuenta del ridículo que estaba haciendo. Mercedes le llamó patriota en el sumun de la chirigota, y nuestro presidente se vino arriba convirtiéndose en un centrista escollado a la derecha. En el colmo del paroxismo se dedicó a elogiar a Rajoy, al cual había desalojado de Moncloa de un plumazo pactando con separatistas y podemitas. Nunca había visto un ejercicio de cinismo semejante, con una cara como el cemento del sr. Sánchez Castejón. El espectáculo chirigota emitido por algunas televisiones para gloria y propaganda del presidente no tuvo desperdicio. Calleja, al que yo percibí como «gallina en corral ajeno», hablaba del «Universo Calleja» en el programa en el cual lo tuvo de acompañante, nada interesante del libro y sí mucha guasita con el cambio de colchón . . Nunca entenderé qué pintaba Calleja en ese esperpento. La resistencia y paciencia es la que tenemos todos los españoles para soportar tanta necedad. Si a todo esto le añadimos lo malo que es el libro y los gazapos que metieron al confundir a Fray Luis de León con San Juan de la Cruz, queriendo dárselas de culto con la famosa frase «Decíamos ayer...» es para morirse. Por lo visto nadie se leyó el dichoso libro antes de la edición y costaba creer que hubiese salido al mercado con varios errores imperdonables. El sentido de la vergüenza y el ridículo brillaron por su ausencia, hasta que decidí no aguantar ni un minuto más semejante pantomima, sintiéndome desasosegada al pensar en el panorama político de mediocridad que nos rodea. Como la vida también nos hace preciosos regalos, esta semana llegó en forma de emocionante exposición de Balthus en el museo Thyssen: es uno de los grandes maestros del arte del siglo XX sin ceñirse a ninguna vanguardia, un «postmoderno» que se nutrió de los clásicos con bastantes aspectos surrealistas. Mezcla la tensión extrema con la tranquilidad y el sueño. Más bien la ensoñación y el erotismo de la pubertad y el misterio.
Su obra ha sido muy criticada por algunos puritanos tachándola de provocadora por sus adolescentes en actitudes displicentes descansando abstraídas en sus pensamientos y sueños que nos recuerdan a la famosa obra de Nabokov «Lolita». El arte hay que contemplarlo sin prejuicios con una mirada limpia porque la suciedad no está en la obra sino en los ojos que la contemplan. El MET en Nueva York tuvo que afrontar hace un año una avalancha de firmas que pedían retirar uno de sus cuatros más preciosos, «Thérèse soñando», por considerarla provocadora. El MET se negó a descolgarla con un argumento rotundo que suscribo. «Prefiero el debate a la censura» . Thérèse era su vecina de 12 años que posó para Balthus en diversas posturas sugerentes con bastante indolencia... Hay que saber diferenciar entre el erotismo bello y lo vulgar. La japonesa Setsuko Klossowska de Rola, viuda de Balthus, acudió el lunes a la presentación de la exposición en el Museo Thyssen vestida con un precioso kimono. Les aconsejo no perdérsela.
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