Fallecimiento
El Aga Khan IV, un monarca sin territorio
Su Alteza Karim, de la dinastía Kayar, la cabeza de los musulmanes chiítas ismaelíes nizaríes, murió a los 88 años
De pocos monarcas actualmente reinantes se puede decir que lo son de un pueblo pero no de un territorio: el Papa, además de cabeza espiritual de la Iglesia Católica es Jefe del pequeño Estado de la Ciudad de Vaticano, de unos exiguos 0,44 km2 ; el Príncipe Gran Maestre de la Orden de Malta, además de cabeza de todos los miembros de esa milicia, tiene pequeñas parcelas territoriales en la ciudad de Roma, en el Monte Aventino, por ejemplo. Sin embargo, Su Alteza Karim, el Aga Khan IV, fallecido en Lisboa, rodeado de su familia, el pasado 4 de febrero, era cabeza de los musulmanes chiitas ismaelíes nizaríes y pertenecía a la dinastía Kayar, que gobernó Persia desde 1785 a 1925.
Cuando en 1957 sucedió a su abuelo como 49º Imán hereditario de dicha comunidad religiosa, S.M. la Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte le reconoció el tratamiento de Alteza, lo mismo que dos años más tarde hizo S.M. Mohammad Reza Pahleví, Sha de Persia. Justamente en persa Aga significa Señor y Khan es un título de soberanía.
Se le consideraba descendiente del profeta Mahoma y, como tal y en su calidad de Imán, se ocupaba de interpretar la fe para sus seguidores y de mejorar la calidad de vida de sus comunidades. Su abuelo el Aga Khan III tuvo como última esposa a la bellísima y podríamos decir que legendaria Begum Om Habibeh, nacida en Francia con el nombre de Yvonne (Yvette) Blanche Labrousse, quien en 1930 fue elegida Miss Francia. Era frecuente verla en París y Ginebra, y por supuesto, en su casa de Le Cannet, en la Costa Azul, donde, entre otras pruebas de su generosidad, fundó un asilo de ancianos.
Karim era hijo del príncipe Alí Khan y de la Hon. Joan Barbara Yarde-Buller. Esta era hija, a su vez, de John Yarde-Buller, tercer barón Churston, ayudante de campo del Virrey de la India. Joan, tras haberse divorciado de su primer marido, Loel Guinness, y de convertirse al islam, contrajo matrimonio, en 1936, ya embarazada, con el citado príncipe Alí Khan, embajador del Pakistán en las Naciones Unidas. Se divorciaron en 1949, en parte debido a las relaciones extramatrimoniales de él con Pamela Churchill, nacida Harriman, quien en los noventa fue embajadora de los Estados Unidos en Francia y había estado casada con Randolph Spencer Churchill, hijo de Sir Winston, el famoso primer ministro británico.
El Aga Khan IV tenía una afición enorme a los caballos pura sangre y poseía en la Picardía francesa, cerca del Hipódromo de Chantilly, el mayor criadero de caballos de Francia. Pero también era poseedor de otras cuadras en Francia e Irlanda y de una importante casa de subastas de caballos francesa. Estaba en posesión de muchas condecoraciones como las grandes cruces de la española Orden del Mérito Civil, de la portuguesa Orden de Cristo, de la Orden al Mérito de la República Italiana o la encomienda de honor de la Orden del Imperio Británico.
Un hombre comprometido
Ahora bien, hemos de subrayar que el Aga Khan IV fundó y presidía la Aga Khan Development Network, red privada de presencia mundial dedicada al desarrollo social, cultural y económico especialmente en países del Tercer Mundo. Posee universidades, fondos y fundaciones diversas, dedicadas a la salud, la microfinanciación, la educación o la arquitectura. De hecho, el Premio Aga Khan es el premio de arquitectura más importante del mundo musulmán que, desde 1977, cuenta ya con quince ediciones la séptima de las cuales, en 1996-1998, recayó en la Alhambra de Granada.
Esta labor de promoción cultural y económica, así como su ingente asistencia humanitaria a través del Focus Asistencia Humanitaria, dedicada a emergencias en diversos desastres en países de prevalencia musulmana, lo configuraron como un adalid de la defensa de esa religión y un apoyo para sus seguidores y, como él mismo decía, hablando como Imán, para «mejorar la calidad de vida de las comunidades implicadas». Y también de toda la gente con quienes los ismaelitas comparten sus vidas local e internacionalmente. Descanse en paz.