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Primicia | María Gabriela de Saboya subasta su tesoro: "Tenía muchas cosas y quería cambiarlas por dinero"
La hija del último rey de Italia y amor de juventud del Rey Juan Carlos ha vendido por más de dos millones y medio de euros en Ginebra (Suiza) su colección de cuadros, bolsos, relojes y joyas
La casa de subastas Piguet de Ginebra (Suiza) acogió el pasado miércoles 6 y jueves 7 de diciembre una puja histórica. María Gabriela de Saboya, hija de Humberto II, el último rey de Italia, puso a la venta algunas de las pertenencias que, hasta la fecha, decoraban su casa en la capital del país helvético. La que fuera la primera pareja de juventud de Don Juan Carlos reside allí junto a su actual compañero, el italiano Giovanni S. Rondanini. Su hogar es un edificio de dos plantas que se levanta en un frondoso terreno de dos hectáreas y que está ubicado a diez minutos del centro de la ciudad. A través de las paredes de este palacete, gracias a sus cuadros y fotos, se puede contar la historia de los Saboya desde 1003. La dinastía es una de las más antiguas del «gotha» europeo.
«Ella», como Su Alteza es llamada en la intimidad, ha coleccionado a lo largo de estos años todo lo relacionado con su estirpe, así como mobiliario francés, sellos, pintura, libros y joyas. Sin embargo, esta semana ha llegado el momento de desprenderse de algunas piezas. «Las vendo porque tengo muchas cosas y quiero cambiarlas por dinero. Siempre es un poco triste despedirse de ciertos objetos que has recabado con cariño, pero lo he decidido y no me arrepiento», confiesa a LA RAZÓN la que fuera una de las «royals» más fabulosas del siglo XX. Su atractivo provocó que Balduino de Bélgica o el sha de Persia le pidieran la mano. A los dos les dijo que no. «No me hubiera gustado reinar. Supone un trabajo enorme, con responsabilidades y un gran sacrificio. Soy muy independiente. En las monarquías hay que tragar».
Delicada de salud
Es la propia princesa italiana la que descuelga el teléfono y confiesa que, a sus casi 84 años –los cumplirá el próximo 24 de febrero–, su salud es más delicada que nunca. «No puedo hablar demasiado ya que me ahogo. Tengo muchas crisis de respiración debido al asma que sufro desde hace tiempo», desvela. Sin embargo, a pesar de su voz entrecortada, María Gabriela, quien conserva los ojos azules y la melena rubia con la que embelesó al mundo entero, parece satisfecha con lo recaudado. El resultado: más de dos millones y medio de euros por 115 lotes. Los grandes éxitos de la subasta han sido un broche de diamantes, una pulsera y un anillo de 7,7 quilates de Cartier, vendidos por 400.000 euros; el cuadro «Paysage esquissé» (1906), del impresionista Pierre-Auguste Renoir, que ha alcanzado 158.000 euros; un reloj Patek Philippe, adjudicado por 137.000 euros; un collar rivière de diamantes de Boucheron, adquirido por 68.000 euros o un manuscrito de Charles F. Ramuz, el escritor suizo más célebre de su tiempo, por 50.000 euros.
María Gabriela también se ha despedido de otros cuadros que conformaban su pinacoteca particular. Entre ellos, una pieza de Albert Marquet (111.000 euros), dos del impresionista Félix Vallotton (106.000 euros ambas) y una obra cubista de la ucraniana Sonia Delaunay-Terk (23.300 euros). A su vez, ha liquidado cómodas, «bureaus», «secrétaires», una urna neoclásica que el Rey Luis Felipe I de Francia proyectó para el Palacio de las Tullerías (33.000 euros), así como varias medallas conmemorativas. Tal es el caso de la encargada por la emperatriz Sissi para la boda de su hijo Rodolfo con Estefanía de Bélgica, que ha sido vendida por 21.100 euros, o la realizada con motivo de la boda de los padres de María Gabriela, Humberto II y María José de Bélgica, que ha logrado recaudar para «Ella» 37.000 euros.
Del mismo modo, la princesa ha subastado su colección de bolsos –cuatro «chaneles» y doce «hermès» por los que ha ha alcanzado 80.000 euros–, relojes –dos «cartier», un «breguet», un «audemars piguet», seis «rolex», cinco «patek philippe» y un «boucheron», por 515.300 euros– y más de treinta y cinco joyas. Entre ellas, destacan, varias esmeraldas, diamantes, rubíes y zafiros de grandes firmas, como Van Cleef & Arpels. La suma de todas ellas ha rozado el millón de euros.
[[H2:La tiara de la Reina «española» María Victoria de Saboya]]
No es la única ocasión en la que María Gabriela se despide de parte de su fabuloso joyero. La primera vez fue en 2007. Entonces, la princesa sacó al mercado 41 alhajas para poder saldar una deuda con Hacienda. La más especial fue la tiara de diamantes de la emperatriz Josefina, diseñada por Fabergé en 1890 y regalo del Zar Alejandro I tras su divorcio de Napoleón I, vendida por más de un millón y medio de euros, así como un aderezo de diamantes y turquesas de su madre y un diamante circular de color azul grisáceo, que alcanzó la friolera de 3,5 millones de euros. En 2021, subastó una tiara que le había regalado su padre para su boda en 1969 con el empresario Robert Zellinger de Balkany, constructor de centros comerciales como La Vaguada y Plaza Norte 2, amigo del Rey Juan Carlos y padre de su hija, María Isabel, quien la ha convertido en abuela de cuatro nietos. Se trataba de una diadema de diamantes y perlas que había pertenecido a María Victoria de Saboya, mujer de Amadeo I, rey de España entre 1871 y 1873 tras la deposición de Isabel II. Se subastó por un millón y medio de euros.
Aún así, María Gabriela, presidenta de la Fundación Humberto II, no lo ha vendido todo y sigue albergando en su casa de Suiza grabados, alrededor de once mil libros, cuadros, cartas y un envidiable fondo fotográfico. Sin embargo, no ha conseguido acceder a las joyas de su bisabuela, la Reina Margarita, que se encuentran en el Banco de Italia. «Podríamos decir que están confiscadas, no me dejan verlas, ni hacer fotos, ni exponerlas», se ha lamentado «Ella» en numerosas ocasiones. La princesa, que tiene otros tres hermanos –María Pía; Victor Manuel, acusado de homicidio y del que Beatrice Borromeo acaba de grabar un documental, y Beatriz, «Titi», superviviente de las dramáticas muertes de su hijo y de su marido– es una enamorada de Italia y, hasta que su salud se lo ha permitido, ha viajado con frecuencia a su ciudad favorita, Turín. Sin embargo, no ha podido olvidar su última noche en el país, antes de que su padre fuese derrocado como rey tras convocar un referéndum para afianzar su reinado, pero ganó la República.
Humberto II y María José de Saboya ocuparon el trono en mayo de 1946, después de que el padre de él, Víctor Manuel III, abdicara en favor de su hijo en un intento desesperado por salvar la monarquía. Los italianos desconfiaban de los Saboya, quienes habían permitido el ascenso de Mussolini. Humberto II pasó a la historia como «El Rey de Mayo», el mes que duró su mandato. La familia emigró a Portugal, como otras familias reales derrocadas, véase los condes de Barcelona, los de París o los Habsburgo. Primero se instalaron en Sintra y, más tarde, lo hicieron en Villa Itálica, en Cascais. María José de Saboya no se sintió cómoda allí y decidió, como haría su hija María Gabriela más tarde, mudarse a Suiza. El matrimonio nunca se separó, pero, desde entonces, hicieron vidas por separado. Una historia agridulce que, a pesar de las sucesivas subastas, el tiempo no ha logrado borrar.
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