Festejos taurinos

Tana Rivera, musa de San Isidro: «Atacan al toreo por ignorancia»

La nieta de la duquesa de Alba comparte con LA RAZÓN su devoción por la fiesta y algunas anédoctas de su vida familiar y de sus carismáticas abuelas

Cayetana Rivera
Cayetana RiveraCedida

Lorenzo Caprile pensó a Cayetana y la vistió de grana, le puso moño azabache y dejó que cayera sutilmente sobre su cadera un mantón de manila. La imagen resultante es con la que Rivera Martínez de Irujo se presenta musa de la feria de San Isidro 2024.Imponente. Primero, por la fuerza con la que consigue plasmar la esencia torera en el gesto y el empaque castizo en la caída del fleco. Pero, sobre todo, por la naturalidad que desprende, un rasgo que confirma cuando habla para LA RAZÓN.

Cayetana Rivera: musa de la tauromaquia madrileña
Cayetana Rivera: musa de la tauromaquia madrileñaPlaza 1

Conversa espontánea, generosa y sin necesidad de medir sus respuestas, con la seguridad de saber dar el quiebro si tuviese que burlar una situación incómoda. Cosa que no ocurre, más teniendo en cuenta que nuestro protagonista hoy es el toro. Es decir, su misma vida. «Me siento muy orgullosa y emocionada de prestar mi imagen a la feria de San Isidro y por la oportunidad de defender la tauromaquia, un arte que es parte de la idiosincrasia española. Es cultura, respeto por el animal y trabajo. No olvidemos que el mundo taurino emplea directa o indirectamente a miles de familias. A los antitaurinos les falta conocimiento del toro y por eso atacan la fiesta. Estoy convencida de ello», avanza.

El toro está en su ADN e inevitablemente nos lleva a un linaje que mezcla aristocracia, raza, devoción y arraigo. «Aprendí quién soy desde niña y eso me inspira un profundo respeto», advierte esta joven que a sus 24 años despliega cada rama del tronco familiar deteniéndose con orgullo en cada una. De uno y otro lado salen hombres valientes y mujeres bravas. Si en lo arriesgado de la vida de su padre, tío, abuelo y bisabuelo aprendió a tomar el mundo por montera, en las hechuras salió a su abuela Carmina Ordóñez, la «Divina», la mujer que vivía la vida como la sentía. «Ella me enseñó a rezar antes de dormir. Rezo cada noche a la Esperanza de Triana y a la Virgen del Carmen, Patrona de los Marineros». Aún la tiene muy presente y recuerda de ella su amor a la vida y cómo le acostumbró a ensalzar lo pequeño, lo íntimo.

Carmina Ordóñez, hija del torero Antonio Ordóñez
Carmina Ordóñez, hija del torero Antonio OrdóñezEDUARDO MARGARETOAgencia EFE

También está viva en su memoria su abuela materna, la duquesa de Alba, de quien la nieta toma algo más que el nombre. Cuando Cayetana de Alba, veinte veces Grande de España, repartió títulos, a ella le tocó el más mágico de todos: el duende. «Su vida era el arte, el flamenco, los toros. Tenía una personalidad arrolladora y ese duende que encandilaba a todos». Igual que ahora su nieta, se convirtió en embajadora de la fiesta allá donde iba y en anfitriona invitando a la barrera y al palco de invitados a personalidades de todo el mundo. Recordemos su mítica imagen junto a la princesa Grace Kelly.

La duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, saluda desde el carruaje
La duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, saluda desde el carruaje Eduardo AbadAgencia EFE

«Admiraba a los toreros y de manera especial a mi padre y mi tío Cayetano, con los que tuvo un vínculo muy cercano, incluso después de la separación de mis padres. Todo eso nos unía. Su devoción por Sevilla y por todo lo andaluz. Además, yo era su única nieta sevillana. Nuestra relación era maravillosa y si tuviese que destacar un rasgo en su carácter, heredado de abuela a madre y de madre a hija, es el genio». A su madre Eugenia la define como su confidente. «Tenemos un amor cómplice, incondicional y de absoluta confianza. Además, compartimos el gusto por el flamenco, la moda, la feria y, por supuesto, el toro. También ese pronto de mi abuela Cayetana. Igual que era ella, es una mujer increíble y única, que disfruta igual en un palacio que en la taberna de al lado».

Al mencionar a su padre, Francisco Rivera, le lanza la montera. «Con él he aprendido a coger la vida por las astas. Me ha enseñado a tomar del toro su bravura, su fuerza o el respeto que me inspira. De mi padre admiro su valor, su voluntad, su capacidad de salir adelante pase lo que pase y la determinación con las que afronta la vida». De todos los recuerdos de infancia que comparte Cayetana en la conversación, hay uno especialmente entrañable: «Mi padre estaba en el ruedo con la muleta y sentí sed. Entonces le llamé: ¡Papá! Él se giró confuso preguntándome con el gesto qué ocurría y respondí gritando que quería agua». La anécdota describe la naturalidad con la que la única hija en común que tuvieron Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo fue integrando el toro en su vida.

Francisco Rivera y Cayetano Rivera
Francisco Rivera y Cayetano RiveraGtres

Su nombre está ligado a Madrid, a Sevilla, a la Goyesca de Ronda, a la gran leyenda del toreo Antonio Ordoñez, a su abuelo Francisco Rivera «Paquirri», a la Maestranza, al Palacio de Dueñas y ese jardín machadiano en el que compartió tantos momentos con su abuela «dejándome contagiar por su colorido, su arte, su personalidad y la alegría con la que vivía. Disfrutaba a tope de la vida».

Del abuelo Ordoñéz a su novio

Y como era de esperar, también a su novio, el empresario sevillano Manuel Vega, le unió el toro, pero con un episodio muy singular: «Su abuelo ya admiraba a mi bisabuelo Antonio Ordóñez, el gran maestro rondeño, abuelo materno de mi padre». Incluso en esta faceta, con la que tantas crónicas rosas se podrían haber escrito , Cayetana se muestra cercana y respetuosa con la prensa, consciente del interés que puede despertar por su apellido cualquier detalle de su vida privada, pero ágil si tiene que sortear algo que le disguste, una habilidad bien aprendida de su madre.

Eugenia Martínez de Irujo y su hija Cayetana en la Semana Santa de Sevilla
Eugenia Martínez de Irujo y su hija Cayetana en la Semana Santa de SevillaGtres

Conoce la liturgia taurina y le emociona pensar cómo se sentía cuando bajaba al coso de la mano de su padre. «Desde el tendido, echo de menos a mi padre en las plazas. Tengo grabadas aquellas tardes taurinas cuando me llevaba en su regazo en la furgoneta con Juanito, el conductor, y el resto de la cuadrilla. De vuelta, si la tarde no había sido buena imperaba un silencio absoluto que respetaba todo el mundo». Recuerda que, buena o mala la faena, el saludo y la despedida eran siempre igual: «¡Suerte, señores!» y «¡Enhorabuena, señores!» «Todo esto es lo que transmite el mundo del toro: humildad, respeto, compañerismo, constancia, capacidad de sacrificio y una rivalidad entre los toreros muy saludable», señala.

Son esos valores los que quiere representar como imagen de la feria de San Isidro. «No puedo impedir que alguien enturbie el mundo taurino, pero me sentiré orgullosa si despierto interés, sobre todo en ese público más joven, y si consigo que entiendan la esencia del toreo». Hoy, Doña Cayetana, el brindis va por usted.