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Solo le falta una invasión alienígena: qué racha lleva el «presi»
«A ver si ahora que tengo la mesa puesta, con sus manteles de lino de Manresa, la vajilla de La Bisbal y la cubertería de la abuela de Pilar Rahola, me van a joder el invento con la detención de Puigdemont», debió pensar Él cuando le llegó la noticia. Nadie en la UE quería cargar con el marrón de cumplir la euroorden emitida por el juez Llarena y Él rezaba porque a nadie se le ocurriera hacerlo: se le enfriaban en la Mesa las monchetas con butifarra. Ahora, Él mira al cielo pidiendo un respiro. Le parece excesiva la carga que la providencia arroja sobre sus atléticas espaldas: pandemia, crisis, incendios, inundaciones, volcanes, factura de la luz… «¡Señor, ya sólo falta que me envíes una invasión alienígena!», se queja. Cree que el destino le castiga con pruebas más duras que al santo Job precisamente cuando derrocha más generosidad y amor, siguiendo la encíclica de la bienaventurada Ione Belarra: «El amor es el motor de la política». Su amiga Mertxe Aizpurua, portavoz de Bildu en el Congreso, ha confesado que «el auge de los discursos y actitudes de odio impregna la esfera pública». Para que la impregnación no llegue a límites insoportables, los de su cuerda dan ejemplo de amor recibiendo a los etarras excarcelados con vítores y flores. Así, diría Mertxe, alejamos el odio de nuestros corazones abertzales y celebramos la alegría del reencuentro. Pura fiesta al son del chistu y el tamboril: el odio es cosa de esos fachas que se empeñan en recordarnos el rollo de las víctimas, gritan. La portavoza podría repartir en la Cámara Baja la Medalla del Amor, hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana. Sería bien recibida ahora: lograda la victoria en el Senado, los nacionalistas ansían levantar la Torre de Babel también en el Parlamento para que se hablen todas las lenguas. Paso a los traductores de vascuence, catalán, gallego, bable, valenciano, mallorquín, aranés, cántabru, castúo, rifeño, panocha y caló. No es odio al español, explicaría Mertxe, es amor incondicional a las lenguas de todos los pueblos del Estado ante el afán opresor españolista. Podría cantar por Karina: «Aquí estoy, tan feliz/ con las flechas del amor para ti..». Mertxe, a «Amar es para siempre». Y Puchi, a «Supervivientes».
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