Confidencias

Mari Ángeles Grajal: “Si no fuera por los buenos recuerdos, estaría muerta”

La viuda de Jaime Ostos cuenta a este periódico cómo sobrelleva el momento más difícil de su vida

Mari Ángeles Grajal y Jaime Ostos en una imagen de archivo
Mari Ángeles Grajal y Jaime Ostos en una imagen de archivoGtres

El pasado martes por la noche, Mari Ángeles Grajal iniciaba el viaje mas doloroso de su existencia. En el avión que le trajo desde Colombia a España traía una urna con las cenizas del gran amor de su vida, el torero Jaime Ostos, fallecido el sábado 8 de enero tras sufrir un fulminante infarto. Ese mismo día pude hablar por primera vez con su viuda, fueron dos minutos en los que la angustia, el llanto y la desesperación estuvieron presentes en todo momento.

«Estoy hundida, se ha ido la persona a la que más quiero en este mundo, me siento muy sola, desolada, me cuesta hacerme a la idea de que Jaime ha desaparecido para siempre, de que no volveré a verle nunca más».

Eran uña y carne, la sintonía perfecta, el amor absoluto. Treinta y cinco años de matrimonio. Se casaron en 1987 por lo civil, y en el 2014 por la Iglesia. Siempre juntos, era raro ver al uno sin el otro.

La muerte es muchas veces injusta. Mari Ángeles confiesa que «a sus noventa años, Jaime se encontraba bien. Un día antes de morir, todavía estaba bailando conmigo en la casa de una íntima amiga. Incluso se puso a dar pases con la muleta, toreó en el salón, que levantó los aplausos de todos. Era incansable».

Jaime Ostos,Maria Angeles Grajal in Madrid 02 May 2021
Jaime Ostos,Maria Angeles Grajal in Madrid 02 May 2021UATGTRES

Una muerte en paz

La pareja decidió pasar estas Navidades, al igual que otros años, en tierras colombianas, donde Ostos cuajó algunas de sus mejores faenas taurinas. «El único consuelo que me queda es que se fue de este mundo sin sufrimiento, el infarto de miocardio fue fulminante. Murió en la cama, se durmió y ya no despertó», recuerda Grajal. Estaba en la mansión de su gran amiga Ivette Uhia, quien declaró el domingo que «acompañaremos a Mari Ángeles a Madrid para que no viaje sola. Somos familia, estamos muy unidas».

El lunes volvimos a llamar a Mari Ángeles. Ya más tranquila, pero con las lágrimas a flor de piel, reconoce que «me encuentro bastante mal. Y creo que cada día que pasa, estoy peor, porque empiezo a darme cuenta de la magnitud de la pérdida de Jaime y de lo que me está pasando. Gracias a mis amigos de aquí lo voy sobrellevando como puedo, a Ivette, a su nieta Catalina... les debo que se estén portando conmigo de una manera excepcional. No quiero ni imaginarme que me hubiera pillado sola aquí». Le pregunto entonces si ya ha recogido las cenizas de su marido. «Ahora mismo estamos yendo a por ellas, figúrese el mal trago que voy a pasar. Le echo tanto de menos… En un segundo se ha roto toda una vida llena de amor», responde desconsolada.

Igual de mal lo está llevando su hijo Jacobo, el más conocido por su paso por «Supervivientes». Mari Ángeles cuenta que «el pobre está destrozado. Igual que su hermana Gabriela, los dos estaban muy unidos a su padre».

Gabriela y su hermano Jaime nacieron durante el matrimonio de Ostos con Consuelo Alcalá, con la que estuvo casado entre 1960 y 1969. El torero era padre de otra hija, Gisela, producto de una relación con Aurora Díaz. Pero el amor de su vida fue Mari Ángeles.

Recuerdo que me lo dijo hace más o menos un año, la última vez que nos vimos en Madrid: «Mi mujer es un ángel caído del cielo, una persona extraordinaria a la que amo con todo mi corazón. Fue una bendición que se cruzara en mi camino».

Esposa y cuidadora al mismo tiempo, la doctora y neumóloga Mari Ángeles Grajal ha demostrado siempre un ánimo y una fortaleza increíbles: «Soy fuerte, pero ahora tengo el corazón destrozado y no hay fuerza que valga».

Mari Ángeles Grajal junto a su hijo, Jacobo Ostos, a 12 de enero de 2022, en Madrid (España).
Mari Ángeles Grajal junto a su hijo, Jacobo Ostos, a 12 de enero de 2022, en Madrid (España).Ángel Díaz BriñasEuropa Press

Buenos recuerdos

Le transmito que debería refugiarse en todo lo positivo que le trajo Jaime en tantos años de amor. «Ya lo hago. Si no fuera por esos buenos recuerdos estaría muerta», asegura la viuda, y añade: «Gracias a Dios ha muerto feliz, sin sufrimientos, acompañado de personas que le queremos, bailando, haciendo toreo de salón. Me vienen a la cabeza sus besos y abrazos, cómo me animaba a bailar».

Mari Ángeles desvela que «celebraremos un funeral el 20 de enero en Madrid, en la Iglesia de Santa Bárbara. Al día siguiente me han pedido que paseemos las cenizas a modo de homenaje por el coso de la plaza de La Maestranza de Sevilla, donde consiguió tantas tardes de gloria».

En la estampa que anuncia el funeral, un mensaje muy significativo. Cinco personas animan a amigos y familiares a que asistan al acto religioso: Mari Ángeles, Gabriela, su hermano Jaime, Jacobo y Gisela. Todos ellos unidos en unos momentos tan difíciles, como a Ostos le gustará verlos allá donde esté.