"La pandilla"
El compadreo de Antonio Tejado con "El Chuleta", "El Ruso", "El portugués" y "El Zoleta"
Si a Antonio se le acusa de ser el autor intelectual de los robos, el informador, el papel del resto de la banda también está muy definido
Las malas compañías le están pasando factura a Antonio Tejado. Cuando uno de sus antiguos amigos se lo encontró en un bar acompañado de personajes muy conocidos en los barrios marginales de Sevilla, se temió lo peor, y el tiempo le ha dado la razón, porque el sobrino de María del Monte purga en prisión su presunta relación con una banda muy peligrosa que se dedicaba a robar en casas de la zona del Aljarafe.
Aquel día se encontraban en la ultima mesa del local, la más alejada de la barra y más discreta, aparte de Tejado, “El ruso”, “El Zoleta”, un tal Pepe, del que no se ha filtrado el mote, “El Portugués” y “El Chuleta”, la mayoría vecinos del polémico barrio de las Tres mil viviendas.
Si a Antonio se le acusa de ser el autor intelectual de los robos, el informador, el papel del resto de la banda también está muy definido. El boxeador ruso era el jefe en las acciones de “fuerza”, el más bruto y avasallador, Zoleta planificaba, ejecutaba, daba instrucciones e incluso se ocupaba del reparto del botín, y el resto se limitaban a obedecer órdenes.
Todos eran viejos conocidos de las fuerzas del orden, la mayoría contaban con antecedentes penales, y en el caso del Zoleta fue detenido tiempo antes que el resto por un delito relacionado con el tráfico de drogas.
El gimnasio de “El ruso” era su punto de reunión, exactamente en el despacho del boxeador dueño del recinto deportivo. Allí se planeaban los robos y se elegían los días que iban a cometerlos.
Tejado estaba apuntado en las clases de boxeo, y de este modo trabó amistad con “El ruso”, que había sido campeón de España en el 2016. Los problemas económicos indujeron al primero a meterse en terrenos pantanosos y a codearse con el resto de la “pandilla” de delincuentes.
Entre su grupo de amigos de toda la vida se extrañaban de que llevara una vida tan cómoda y de que no le faltaran los caprichos caros, cuando todos sabían que apenas trabajaba, y si lo hacía era en el bar familiar con un sueldo desacorde con su nivel de vida. Las malas lenguas ya apostaban por un futuro complicado para el sobrinísimo. Y no se equivocaban. La avaricia puede destrozarle su existencia.
De momento, es una incógnita si se prestara a declarar frente al juez que se ocupa del caso que le atañe.
Actualmente se encuentra en prisión preventiva en el módulo 3 de la cárcel Sevilla 1, que, según nos cuentan, “es el menos conflictivo del centro, el más tranquilo. En él esta apuntado a un curso de marquetería, ha retomado los estudios de la oposición a guardia forestal y acude a misa cada sábado”. Pretende convertirse en un recluso ejemplar para evitar problemas y castigos innecesarios.
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