
Mallorca
Cristina Macaya, dos años sin la gran anfitriona de Baleares en víspera de Marivent
La empresaria y filántropa acogía cada verano en su finca de la isla balear a los personajes más célebres de la realeza, la política y la cultura

Los responsables del museo Sa Bassa Blanca, que se encuentra en Alcudia y del que era patrona Cristina Macaya, quisieron rendirle un homenaje en el segundo aniversario de su fallecimiento. Y la idea fue de los más original. En la exposición se mostraron algunos de los originales zapatos que le gustaba lucir y que compraba en los países a los que viajaba. Ese día, los amigos recordaron anécdotas y vivencias con la que fue la verdadera gran dama de las Baleares. Entre los que quisieron participar en la reunión estaba Michael Douglas, que dedicó en su Instagram unas bonitas palabras a la amiga: «He tenido el placer de visitar la exposición homenaje a Cristina Macaya, una querida amiga mía». Y no lo hizo con las manos vacías, sino que llevó tomates de su huerto para los asistentes. También se fotografió con una escultura realizada en fibra de vidrio de los artistas Yannick Vu y Ben Jakober, que representaba un stiletto en color rojo. Ese modelo era uno de los preferidos de la empresaria y lo tenía en todos los colores.
Cristina Macaya fue siempre la mejor embajadora de Mallorca. No solo para sus amistades nacionales, sino también para los internacionales, a los que invitaba a Es Canyar, una masía de estilo toscano en la que intervino para la decoración su gran amigo Toni Obrador. Esta finca en la sierra de Tramontana, situada en el municipio de Esporles, era el paraíso y retiro espiritual de la empresaria. Y así me lo contaba las veces que nos encontrábamos con motivo de la Copa del Rey de Vela. «Mis fiestas son para mis amigos, para pasarlo bien. En verano la casa se llena de alegría. Tengo 17 nietos y siempre viene alguno, igual que mis hijos, que, aunque son muy independientes, les encanta estar todos juntos», me decía.
Unos veranos que no volverán
Y al grupo familiar se unían amigos de medio mundo que sabían que la casa de Cristina era uno de los lugares donde todo podía suceder. Un encuentro para ver las estrellas, un menú mexicano con puesta en escena como si fuera la Rivera Maya o una cena con artistas internacionales y expertos en el cosmos. Y todo organizado para que los invitados disfrutaran, sin necesidad de avisar a la prensa para que lo publicitara. A Es Canyar solía acudir el Rey Juan Carlos cuando veraneaba en el Palacio de Marivent y era jefe del Estado. Nunca quiso formar parte de esa corte falsa que rodeaba a Don Juan Carlos y fue fiel a Doña Sofía, a la que involucró en algunos de sus proyectos, como el de Proyecto Hombre. Esos veranos ya nunca más volverán a repetirse. Ahora hay algunos nombres que también colocan a Mallorca en el mapa, pero de otra manera.

Es Canyar, la gran finca en la que Cristina Macaya fue tan feliz, no se vende. Según la información publicada por Cote Villar en «Vanitatis», permanecerá en la familia. Sus cuatro hijos, que prefieren mantenerse al margen del interés público y no dan información sobre el tema, son ahora los propietarios con el cambio de titularidad. Es una casa que sirvió de refugio y tranquilidad para muchos personajes. Recibía como nadie y acogía también a la gente que había dejado de tener poder, convertida en invisibles para el mundo económico y social: «A mí me da igual. Si es mi amigo va a ser siempre bien recibido». Y lo mismo hacía con mujeres divorciadas a las que sus exmaridos potentes habían dejado por la joven de turno.
Hace años, en los momentos más duros para la escritora Carmen Posadas, con su marido expresidente del Banco de España, Mariano Rubio, recién salido de prisión, la amiga les ofreció su casa para que pudieran estar tranquilos. Poco le importaron los comentarios negativos. La lealtad era uno de los principios en su manera de ser y de actuar. También cedió su masía a Pelayo Cortina Koplowitz, hijo de Alicia y Alberto, cuando se casó con Jane Coppee en Londres. La celebración familiar y para los amigos fue en «Es Canyar». Y acogió a Marina Castaño cuando enviudó de Camilo José Cela.
Filántropa y discreta
Mantuvo una relación de veinte años con Plácido Arango. Su vida se dividía entre Madrid, París y Nueva York. En estas ciudades estaban desperdigados algunos de sus cuatro hijos y los visitaba con frecuencia. Era una mujer de mundo que nunca quiso más protagonismo que el cariño que le daban los que la apreciaban y querían. Fundó, junto con el sacerdote mallorquín Tomeu Català, Proyecto Hombre, una fundación que sirve de apoyo físico y emocional a las personas que se encuentran atrapadas en el mundo de la droga. Cuando ya estaban recuperados, Macaya se encargaba de buscarles una ocupación.
Este trabajo, igual que el que ejerció como presidenta durante once años de la Cruz Roja de España, donde impulsó el Sorteo del Oro, que aún se celebra, nunca lo utilizó para salir en las fotos. Y tampoco para darse una publicidad que no le interesaba. Ella era en sí misma su lobby, como dijo en una ocasión el periodista José Oneto. «Su agenda es impresionante, pero nunca la sacarás ninguna información relativa a la gente que conoce o que pasa por sus casas, ya sea en Madrid o en Nueva York. Es una mujer con unas relaciones increíbles».
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