Opinión

El diario de Amilibia: Pablo, olvidaste el cóctel Molotov

"Tampoco está el San Francisco a base de frutas, el favorito de Díaz Ayuso, claro."

El exvicepresidente segundo del Gobierno y exlíder de Podemos, Pablo Iglesias
Pablo Iglesias en una imagen de archivoRicardo RubioEuropa Press

Soy un vejestorio que ya no va de bares, mayormente porque no me gusta beber con mala conciencia (sé que luego me sentiré fatal), pero estoy dispuesto a hacer una excepción si Pablo Iglesias se pone detrás de la barra en su Taberna Garibaldi y si su pareja, Irene Montero, atiende mesas los fines de semana. Como el patrón advierte que es solo para rojos, quiero comprobar cómo me expulsan si voy con LA RAZÓN bajo el brazo, si se acogen al «reservado el derecho de admisión» o disponen de un piquete para sacarme a hombros. A lo mejor tienen a Koldo García en la puerta para evitarse todo eso y negarme la entrada. El «solo para rojos» me suena, inicialmente, a esos selectos y exclusivos clubes ingleses en los que solo pueden entrar los socios, a los que se exige bombín, traje oscuro, corbata y paraguas. Además, ¿solo para rojos significa que no pueden entrar las rojas/rosas? ¿Únicamente las podemitas, jamás las de Sumar? ¿Vetadas las rubias con vestido de Roberto Verino?

Pablo Iglesias abre un bar en el popular barrio madrileño de Lavapiés
Pablo Iglesias abre un bar en el popular barrio madrileño de LavapiésFernando AlvaradoAgencia EFE

Son muchas las preguntas y escasas las respuestas. No se sabe si para acceder es necesario ir de perroflauta o bastan los vaqueros y la camiseta. ¿Cómo identificarán a los infiltrados de la fachosfera? ¿Cómo detectarán al sanchista entre tanto rojo de pura cepa? ¿Habrá un comisario político en la puerta (aparte del Koldo) haciendo preguntas sobre El Capital, El Manifiesto Comunista y las obras completas de Pablo Echenique? Quizá sean pragmáticos y opten por repartir carnés de rojos fijos discontinuos o temporales por un módico precio.

Abrirá hoy la taberna, día del Padrecito Stalin. En su amplia carta de cócteles, Pablo ha olvidado quizá el más famoso de todos ellos: el cóctel Molotov. Tampoco está el San Francisco a base de frutas, el favorito de Díaz Ayuso, claro.