Físico

Las fans de Daniel Sancho: «Si ves a Dani en la cárcel, dile que no quiero que le maten. ¡Que es muy guapo!»

El acusado ha desatado un fenómeno conocido como hibristofilia, que consiste en una atracción aparentemente inexplicable que algunas personas sienten hacia aquellos que han perpetrado delitos muy graves

 A Thai police officer escorts Spanish Daniel Sancho Bronchalo on suspicion of murdering and dismembering a Colombian surgeon from Koh Phagnan island to Koh Samui Island court, southern Thailand
A Thai police officer escorts Spanish Daniel Sancho Bronchalo on suspicion of murdering and dismembering a Colombian surgeon from Koh Phagnan island to Koh Samui Island court, southern ThailandSomkeat RuksamanAgencia AP

Marcela, que así dice que se llama, me contacta desde Barcelona. Y ya es la segunda vez en las últimas semanas. El correo electrónico que me envía aparenta ser un texto aséptico hasta que en el noveno o décimo renglón leo unas palabras que juntas se acercan a los desperfectos que podrían generar dos tsunamis consecutivos: «Por favor, si puedes ver a Dani en la cárcel, abrázale y dile que le apoyaré siempre; que no quiero que lo maten. ¡Que es muy guapo!»

Desde que transito por este caso, de apariencia sinuosa, siempre me ha llamado la atención que los que por aquí participamos utilicemos diminutivos o apodos cariñosos para citar al que en su día reconoció que descuartizó a su amigo Edwin Arrieta sin ninguna muestra de arrepentimiento. Desconozco cómo su madre, Silvia Bronchalo, llama en la intimidad a su hijo, pero lo que me parece incomprensible es que otros periodistas además de televidentes crecidos ante un hecho aún sentenciado por la justicia traten al acusado como si lo conocieran de toda la vida. En realidad, uno asume que nadie querría verse entre rejas mientras fans desconocidas gritan sus apodos antes de estampar sus mofletes contra las rejas, engoradadas ante tanto sueño casi alcanzado.

Pero Marcela sí que ha traspasado cualquier moralidad, entendiendo no sólo que yo tengo acceso a Sancho, sino que éste debe ser abrazado, jaleado y animado incluso cuando el ministerio fiscal tailandés y la coacusación capitaneada por Juango Ospina le señalan, por sus supuestos hechos delictivos, como asesino de libro que ejerció su mal con tamaña premeditación y alevosía, además de que para finalizar la gesta descuartizó. «Ojalá yo pueda también ir a verlo… ¿Sabe cuánto cuesta, aproximadamente, vivir un mes en Koh Samui? ¿Podría visitarle en la cárcel? ¿Es necesario estar vacunado tres veces? ¿En esa isla hay terremotos?»

 Fotografía del instagram del español Daniel Sancho Bronchalo
Fotografía del instagram del español Daniel Sancho BronchaloInstagramAgencia EFE

Otras cuestiones menos geopolíticas también llenaron mi buzón: «¿Cuánto cuesta una botella de aceite de oliva?, que he visto en internet que en ese país el aceite con el que cocinan es cancerígeno», me dijo en el segundo correo electrónico, que se cerraba con un sueño más que con una realidad: «Sé que saldrá absuelto, porque él no hizo nada. Por eso quiero llegar pronto, ya que cuando sea liberado todas las televisiones le obligarán otra vez a esconderse».

Hace ocho años una ciudadana ecuatoriana –entre otras– estuvo enviándome correos electrónicos durante un año y pico rogándome que fuera a encontrarme con Artur Segarra en el peligroso penal de Bang Kwang, al que por sus atrocidades llaman El Hilton. Su plan no era otro que el siguiente: «Si nadie le cuida, yo haré lo contrario para poder casarme con él». En su caso, no dejé que continuará enviándome estrategias complejas, por lo que desconozco a quién más pudo molestar antes de renunciar a la boda con un asesino confeso, al que, en realidad, no conoce, y que según su familia sigue soltero.

La hibristofilia, que consiste en esa atracción difícilmente comprensible hacia un individuo que ha cometido un crimen o un delito grave, no es una novedad. Desde hace tiempo existen personas que quedan atraídas, y luego atrapadas, por el influjo del malo, del asesino. Recientemente, uno de los casos más llamativos es el de Victoria, una noruega que desea casarse con Anders Breivik, el noruego que en el año 2011 mató a sangre fría a 77 personas en la isla de Utoya. Según los psiquiatras forenses, el asesino noruego aparenta padecer un trastorno narcisista, diagnóstico que podría equipararse, según declaraciones de Ospina, abogado de la familia Arrieta, a Sancho, que en estos tres primeros días de juicio ha mantenido actuaciones chulescas y desafiantes contra el propio juez, además de déspotas contra los testigos.

Daniel Sancho
Daniel SanchoYouTube

Lo que está claro es que hay mujeres que se enamoran de los criminales sólo con ver sus fotos, leer lo que les dice la prensa sobre ellos y, sobre todo, por seguir en la televisión sus casos, envenenándose sin cesar de una personalidad que aunque no sea atractiva para la mayoría, sino todo lo contrario, sigue ejerciendo un gran poder de seducción entre personas que, para nada, viven con bajas médicas.

Según la estadounidense Sheila Isenberg, autora del libro «Mujeres que aman a hombres que matan», el abuso y las relaciones violentas eran parte del historial de las treinta mujeres hibristófilas que entrevistó. Además, sorprende que la atracción culmine cuando las atraídas entablan una relación penitenciaria con el asesino, entendiendo que jamás pueden llegar no ya a mantener relaciones íntimas sino siquiera olerse, abrazarse, darse la mano, que según los psiquiatras expertos en estas lides termina por atraer aún más a la presa, arrodillada ante la meta a conseguir, el palo y la zanahoria.

Personalidad lábil

Aunque los casos de visitas con fines amorosos a asesinos y depredadores sexuales no sean habituales, lo que sí lo es frecuente es que casi la totalidad de esas personas sean, según los expertos médicos, criaturas que buscan en ese hombre violento su capacidad para defenderlas. No hay estudios científicos que expliquen la causa, pero esta parafilia se da más entre las mujeres, seguramente porque la población carcelaria femenina es menor.

Otro de los casos más sonados es el del ciudadano holandés Jonas Van der Sloot que, tras haber asesinado a dos chicas, una americana y la otra peruana, llegó a mantener en el penal de máxima seguridad peruano Piedras gordas, relaciones sexuales con, ojo, tres mujeres que le visitaban a menudo cuando finalmente, y en 2014, se casó con la ciudadana peruana Leydi Figueroa, a la que conoció en la cárcel y dejó embarazada. La pareja fue acusada después de presunto lavado de dinero a través de casinos online en complicidad con terceros.

Cae la noche en la isla de Koh Samui mientras se celebra el juicio contra Daniel Sancho, al que, tras la sentencia, se supone, sus padres regresarán a España, dejando, quién sabe, el camino libre para alguna persona con hibristofilia que quiera comenzar una relación con él. Que atendiendo al poder mediático del caso podría ser que en unos meses existiera la lista de espera, no ya para poder visitar al reo, sino para poder casarse con él, teniendo en cuenta que la baraja se agranda tras la aceptación por las autoridades tailandesas de poder casar a hombres y mujeres del mismo sexo desde hace sólo un par de semanas.