Fallecimiento
María Teresa Campos: De Málaga al estrellato en Madrid con sus hijas
Retrato íntimo de «La Campos», con mayúsculas, una profesional comprometida y una mujer generosa con sus colaboradores
Teresa Campos era una periodista conocida en su ciudad, pero no en el resto de España. En Málaga, para la familia y amigas de toda la vida era «Maritere» y así llegó a Madrid. Ese primera etapa no fue fácil, como ella misma explicaba en las entrevistas, y más tarde en sus memorias. Esa biografía marcó un antes y un después. undefinedconfesaba cosas que hasta ese momento eran desconocidas para el gran público e incluso para muchos periodistas que no la habían tratado más allá de las entrevistas generales cuando comenzaba un programa en Telecinco. En esos encuentros las preguntas y respuestas eran generalistas. Por lo tanto no había sorpresas y el recorrido informativo no iba más allá de la pura actualidad. La mayoría de las veces se rodeaba de los colaboradores habituales y de su hija Terelu. Con el tiempo y en Telecinco también se incorporó Carmen Borrego.
Su cambio de la televisión pública a la privada fue su primera gran apuesta. Un contrato espectacular con muchos ceros a través de Europroducciones, que le dio por fin la tranquilidad económica que no había tenido hasta ese momento. Los muchos millones sirvieron para crearse un mundo muy diferente del que disfrutaba hasta esa firma.
En el programa de Hermida y después cuando le encargaron la tarde de la TVE los sueldos eran lo que eran y no daba para muchas alegrías. Cuando se convirtió en una de las profesionales mejor pagadas también sirvió para que gente colateral se aprovechara de esa generosidad que siempre formó parte de su ADN. Precisamente la mansión de Molino de la Hoz de doce habitaciones y quince cuartos de baño fue una inversión que acabó siendo la ruina. La decoración firmada por Jaime Fierro con chequera en blanco, un jardín espectacular que superó el millón de euros, según contaban los conocidos, y así suma y sigue. Se lo podía permitir y fue feliz en esa casa donde organizaba sus cumpleaños, sus fiestas a las que convocaba no solo a personajes conocidos sino también a su equipo.
Reiteró esa generosidad de la Campos. Así nos referíamos a ella con el LA por delante como las grandes divas. En verano el Coral Beach, el hotel donde se alojaba en Marbella, se convertía en su cuartel general y por allí lo habitual era que invitara a comer al grupo del verano. Muy pocas veces he visto que alguien de los que presumían de cuentas saneadas sacaran la visa para pagar en esos almuerzos de mediodía o en la cenas en los restaurante de lujo de la Costa del Sol, en Madrid o en Sevilla.
Quizá por no haber podido gastar con anterioridad en las tiendas de lujo, cuando ya era una profesional potente algunas tardes la utilizaba para ir de compras. Los que formaban parte del grupo variaba pero siempre les regalaba algo. Teresa visitaba el local de Elena Benarroch y en más de una ocasión se llevaba alguna de las piezas en ámbar que diseñaba Felipe González a precio de caviar iraní.
Un referente
Fue un referente en la profesión. Colaboré con ella durante muchos años, tanto en TVE como después en Mediaset. Se equivocó al cambiarse cadena, pero su decisión tuvo que ver (sobre todo) con un desencuentro con Paolo Vasile que nunca llegó a ofrecer un buen programa a Terelu. Nunca se supo las razones que tuvo el consejero delegado para esa negativa que era subjetiva más que objetiva. Terelu tuvo muy buenos resultados en Telemadrid y por lo tanto no había un relaciones causa efecto. El proyecto no funcionó aunque el contrato económico fue altísimo. Se habló de trescientos millones de pesetas por cinco años. Si fue cierta esa cantidad o inflada tampoco era sorprendente. Su programas daban a las cadenas que la contrataron buenísimo resultados económicos en publicidad.
Si la generosidad era uno de sus rasgos, el trabajo bien hecho era otra de sus cualidades. Era capaz de entrevistar sin guion previo, saltarse la escaleta si consideraba que el personaje o el tema eran potentes. Tenía, lo que se denomina en el argot periodístico, olfato. También un carácter fuerte que la hacía alterarse cuando las cosas no funcionaban como quería, o mejor dicho, como esperaba. He visto como de pronto rompía los papeles que tenía encima de la mesa del plató y a continuación con la señal del regidor comenzaba con su sonrisa «buenos días. Hoy tenemos muchas sorpresas». Hubo momentos especialmente duros como fue el atentado del 11 M en Madrid y cómo convirtió el entretenimiento en actualidad durante las horas que duró el espacio.
Podría contar miles de anécdotas de aquellos años en los que trabajar con la Campos era una especie de montaña rusa que dependía también de la audiencia o de una mala crítica de los especialistas que escribían en sus medios de televisión. Es cierto que a veces esos comentarios nada tenían que ver con el trabajo que siempre fue impecable sino con ciertos ajustes de cuentas por otros temas. Me quedo con mi Campos divertida, irónica, inteligente, cariñosa, vulnerable y rápida con la que disfrute muchas Ferias de Abril, del nacimiento de su nieta Alejandra, de las primeras comuniones de sus otros nietos José y Carmen, de los cumpleaños de todos ellos. Era una mujer fuerte pero también muy vulnerable ante la soledad.
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