Opinión
Los sábados de Lomana: La gran Venecia
"Es buenísimo, de vez en cuando, darse una vuelta por otros mundos, por otras ciudades y desintoxicarse un poco de tanta tensión que vivimos últimamente en España"
Es buenísimo, de vez en cuando, darse una vuelta por otros mundos, por otras ciudades y desintoxicarse un poco de tanta tensión que vivimos últimamente en España. Un Gobierno desquiciado y muy canalla por siete votos. Un antiguo amante desleal haciendo daño... En fin, que me ha venido fenomenal salir a tomar el aire en la bella y decadente Venecia.
Absolutamente vacía. Toda la ciudad para disfrutarla sin parar. Invitada por «The Merchat of Venice», una importante familia veneciana que se dedica al arte de la creación de perfumes maravillosos con no menos maravillosos envases y presentaciones. Piezas icónicas de colección que te envuelven con su halo y te hacen sentir especial, transportándote al mundo de los sentidos. Su última creación ha sido un perfume dedicado a María Callas por su 100 aniversario. Esa mujer fascinante, con una vida llena de claroscuros, de dolor y gloria. Así es su precioso frasco en blanco y negro con un lazo negro algo muy habitual en la diva, sujetando su bonito pelo. Pasear por Venecia es una experiencia espiritual, que nadie debería perderse, al menos una vez en su vida. Es silenciosa, misteriosa, a veces se escucha un aria de ópera saliendo de una de sus ventanas de estilo entre gótico y arabesco, todo tan evocador que mi cabeza empieza a soñar y mientras camino hasta el Museo Peggy Guggenheim, imagino a Dirk Bogard en la maravillosa película «Muerte en Venecia» o a Casanova saltando por un balcón después de haber seducido a una bella mujer. Así me voy perdiendo. Paso por la casa de Mariano Fortuny, mi recuerdo a sus maravillosos plisados que crearon todo un estilo en la moda. Era un español universal nacido en Reus con una gran capacidad para crear belleza, poco reconocido en su país y en su tierra, Cataluña. Así iba encontrándome con lugares maravillosos hasta que me topé de frente con el gran Teatro de Ópera de La Fenice. Pensé: tengo que entrar y ver la ópera que representan hoy y... ¡Oh, casualidad! Era el Barbero de Sevilla esa bonita y alegre ópera bufa de Rossini. Tuve la suerte de que mis anfitriones tienen un palco maravillosamente situado en el que también pude contemplar y observar a la orquesta y una de las cosas que más adoro, ver al director dirigir. Los cantantes iban vestidos de época y me resultó reconfortante, después de ver tanta mamarrachada en nuestro Teatro Real. Últimamente es insoportable. Música maravillosa, todas las voces espectaculares, pero las puestas en escena espantosas. Harapientos, desnudos, que nada tiene que ver el libreto con el mal gusto y la oscuridad en la que lo presentan. Esta horrible moda que empezó en Alemania creo que no puede durar mucho o devolveremos todos nuestro abono. «La Fenice» es de una belleza dieciochesca espectacular. El barroquismo en estado puro. Es un teatro tan femenino y bello imposible de explicar. Hay que sentirlo, contemplarlo, y amarlo como una pieza de museo al que cuidar.
Otra pieza de museo es el café Florian, en los soportales de la Plaza de San Marcos, el más antiguo de Italia. Ahí se reunían desde Marco Polo a Stendhal, Wagner, Nietzsche , ahora cientos de turistas que hacen cola para entrar, pero mi gran suerte es que había sitio en el salón más bonito y pude tomar un delicioso capuccino con un pastel riquísimo deleitando mis sentidos del gusto, la vista y el oído con música de Albinoni de fondo.
¡Cómo no! Antes de abandonar esta ciudad de ensueño e historia tenía que ir sí o sí al «Harrys Bar» a tomar un Bellini, su cóctel famoso en todo el mundo, pero que no preparan en ningún lugar como ahí acompañado de su carpaccio. Así me despido de ustedes hasta el próximo sábado.
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