Casas reales

Kate Middleton, marca registrada

Abrumada ante el efecto de la duquesa de Cambridge, la casa real británica patenta su nombre con el objetivo de recaudar fondos benéficos

Los Duques de Cambridge, durante uno de sus últimos actos públicos
Los Duques de Cambridge, durante uno de sus últimos actos públicoslarazon

La «katemanía» ha pasado a una nueva dimensión. Y, esta vez, el «culpable» ha sido el mismísimo Palacio de Buckingham, que, abrumado ante el efecto de la duquesa de Cambridge –que convierte en oro todo lo que toca–, ha decidido registrar su nombre. En definitiva, Kate se convertirá en una marca. La medida se ha tomado después de que las donaciones para la fundación de los príncipes Guillermo y Enrique se hayan multiplicado por diez desde que la joven Catalina se uniera al proyecto tras la boda real. Recaudó 4,8 millones en 2011, en comparación con sólo las 629.000 libras de 2010, antes de que la pareja anunciara su compromiso tras un largo noviazgo.

Las contribuciones procedentes de EE UU se incrementaron casi un millón de libras, signo inequívoco de que el viaje que realizó el matrimonio en verano de 2011 por Norteamérica y Canadá, el primer «tour» oficial tras darse el sí quiero, fue un auténtico éxito.

Zapatos y tocados

Sólo con el partido de polo organizado en California se recaudó alrededor de un millón de dólares. Ante la ausencia de familia real propia, los americanos se vuelven locos cada vez que alguien de la corona con acento inglés pisa su tierra. No en vano, el enlace en la Abadía de Westminster fue seguido por más de 23 millones de estadounidenses a pesar de la diferencia horaria. Organizaciones y particulares obsequiaron a la pareja con un sinfín de regalos valorados en miles de millones de libras. A su vuelta a Reino Unido, se organizaron dos conciertos de Gary Barlow en el Royal Albert Hall, que añadieron otras 166.000 libras a las cuentas.

El éxito de las fiestas benéficas, organizadas con el apoyo de los jóvenes de la familia real, ha contribuido a recaudar más de 1,2 millones de libras en donaciones para ONG que colaboran con veteranos de guerra, niños desfavorecidos o con el medio ambiente, gran obsesión del príncipe Carlos. La Fundación Real de los duques y Enrique ya han solicitado a la Oficina de propiedad intelectual la marca para registrar una amplia gama de bienes y servicios que incluirá prendas de vestir, calzado y, cómo no, sombreros y tocados, elemento imprescindible en todo acto público de la alta sociedad británica, convertidos en un «must» desde la llegada a Palacio de Kate.

Los únicos que no se ha rendido, de momento, ante el encanto de la joven han sido las autoridades de Anglesey. La pareja se trasladó tras su boda a la romántica isla para que Guillermo pudiera atender sus obligaciones en el Ejército, ya que se encuentra muy cerca de RAF Valley, donde el heredero al trono está destinado como piloto de helicóptero de búsqueda y rescate. A pesar de las múltiples propuestas para poner a una de las calles el nombre de sus vecinos más célebres, el Ayuntamiento se mantiene fiel a sus costumbres de que todos los nombres deben ser galeses. Y Kate, como marca, no encaja con las raíces.

Extrema protección

Pero eso no ha parado los trámites para la patente. Un comunicado del Palacio de St. James confirma que han comenzado el papeleo con la entidad gubernamental, antes conocida como la Oficina de Patentes, para registrar el nombre de la fundación de los duques y Enrique. «Desde el momento en el que el título de la duquesa de Cambrige se unió al de los príncipes, hemos llevado un proceso de cambio de logo en todo el mundo y ahora, simplemente, tenemos que elegir las categorías en las que se podría utilizar en el futuro. De este modo, protegemos a la fundación contra las personas que utilizan su nombre ilegalmente», señalan.

Los productos podrían incluir camisetas o artículos para eventos, como el maratón de Londres, que cada abril recauda millones de libras para obras de caridad gracias a la cuota que pagan los corredores para obtener el dorsel de participación.Pese a los rumores, el Palacio de St. James ha negado que vayan a sacar una línea de ropa premamá o para bebés. Así que, de momento, Kate se tiene que conformar con comprar sus modelos en las tiendas igual que cualquier mortal. Eso sí, prenda que adquiere y luce, prenda que se agota. Prueba de ello fue el vestido de primavera con un print floral de la marca Lovestruck que eligió para una de sus primeras apariciones luciendo barriguita. Pertenecía a Topshop y, con un precio de 37 libras (43 euros), voló de los escaparates por antojo de las plebeyas en estado de buena esperanza. De momento, aún no se sabe el sexo del bebé, pero todo apunta a que el «baby boom» se convertirá en una auténtica revolución. Desde el carrito hasta el porta biberones o la marca de pañales. Todo se someterá a un riguroso escrutinio por parte de lo que aquí se conoce como «yammy mamy», mujeres con carrera, adictas a la moda y que recuperan su silueta de la noche a la mañana tras el parto.

El papel de la tía Pippa será fundamental. Experta organizadora de fiestas y autora de un libro publicado sobre la materia –sin mucho éxito de ventas–, será la responsable de la «baby shower». Se trata de una tradición heredada de los americanos en la que, días antes del parto, la futura mamá se reúne con sus amigas y demás féminas de la familia para recibir regalos y consejos sobre el cuidado de su bebé. No se puede obviar el hecho de que la familia política del hijo de Lady Di se ha hecho rica gracias a una empresa on-line dedicada a artículos de fiestas, por lo que no faltará ningún detalle. Se servirá buen vino y cerveza a los adultos y se regalará un presente a cada invitado. Aunque se quiere conseguir un ambiente distendido, fuera de protocolo, Kate ha insistido en que le haría mucha ilusión que la Reina Isabel II se pasara a tomar el té. Y, vista la estrecha relación que se ha creado entre las dos, desde Palacio no descartan que realice una visita.

Quizá para entonces, el apartamento 1ª del Palacio de Kensington ya esté preparado para acoger la celebración. El amplio y suntuoso palacio real del siglo XVII fue donde Diana vivió hasta su muerte, en 1997. Los príncipes Guillermo y Enrique crecieron en sus jardines y los duques de Cambridge decidieron que era el lugar perfecto para formar una familia. Eso sí, antes de la mudanza han hecho obras para actualizar la decoración y, aunque ninguno se declara amante de los lujos, la Prensa asegura que el lavado de cara ha costado 1,5 millones de dólares.

CARCAJADAS A COSTA DE LA «ROYAL»

Una oleada de «memes» sobre Kate Middleton han inundado la red. Estas fotos con mensajes cómicos se han convertido en la delicia de las redes sociales, y en los últimos meses son especialmente insidiosos con la supuesta egolatría y vanidad de la duquesa de Cambridge. Algunos incluyen textos como «Soy taaan popular», «Tu mundo ya ha acabado cariño; este es mi mundo ahora» o «Vine porque me dijeron que podría llevar una corona». El «top 10» de los «memes» de Kate hace referencia al nuevo heredero con frases tan ingeniosas como «¿Tu bebé no va a ser de la realeza? ¿Y vas a tenerlo?», «Mi hijo podría destruirte» (mientras mira de reojo a un niño) o «Estudiad duro y quizá algún día podáis barrer el suelo de mi hijo», que acompaña a una instantánea en la que Kate se dirige a unos niños de primaria. Narcisismo de princesa.

8.000 hectáreas de «casita de campo»

Los duques de Cambridge quieren tener un refugio para sus escapadas de los fines de semana. Claro que cuando eres miembro de la familia real y heredero al trono, la casita de campo se convierte en una mansión de 8.000 hectáreas con diez habitaciones, pistas de tenis y una piscina. Se trata de la residencia Sandringham House y está situada en Inglaterra. Es propiedad privada de la familia real británica y se encuentra en la finca real de Sandringham, dentro de la costa de Norfolk, de excepcional belleza natural. Necesita algunos cambios antes de que la pareja se traslade, según «Daily Mail», especialmente en el aspecto de la seguridad y la privacidad. Para realizarlos, han tenido que solicitar permisos al Ayuntamiento, ya que desean plantar más árboles y arbustos para mantener la privacidad, y volver a asfaltar el camino de entrada a la residencia. Los mentideros comentan que en esta misma propiedad, el príncipe Carlos y Camila Parker Bowles vivieron su sonado romance mientras aquél estaba todavía casado con Lady Di.

Pippa ya no es popular

En su día se llegó a decir que le había quitado protagonismo a su propia hermana el día de la boda real. Los periódicos la presentaban como la más ambiciosa y destacaban su singular belleza. Se rumoreó, incluso, que había tenido algo más que una relación de concuñados con el príncipe Enrique. Pero lo cierto es que la popularidad de Pippa Middleton ya no es la que era. Su libro sobre preparación de fiestas, titulado «Celebrate: a year of festivities for families and friends», ha sido un fracaso de ventas. Los medios se preguntan de qué vive exactamente y sus últimas colaboraciones dejan mucho que desear. Después de la receta de sushi que publicó en la revista de los supermercados Waitrose, donde desvela sus mejores consejos, ha ampliado su faceta como columnista con un texto en la mítica publicación conservadora «The Spectator», en la que ha retado al alcalde de Londres, el polifacético Boris Jonhson, a jugar un partido de tenis.