–«Genios del trinque». ¿Cómo hemos llegado a ser tan buenos trincando?

–En Atapuerca se produjo una mutación genética. Un día de éstos encontrarán un esqueleto con la mano en posición de trinque.

–O sea, que todo español lleva un genio del trinque en su ADN...

–Sí. Algunos lo reprimimos porque queremos ir al cielo, pero muchos no pueden con el impulso natural. Es tendencia, como se dice ahora.

–¿Su eslogan podría ser «trinca bien y no mires con quién»?

–O «sé trincón sin mirar el cajón».

–¿El trinque más descarado de estos tiempos?

–El del gran Bárcenas.

–¿El más común?

–La subvención es la alegría del trincón.

–¿El más aborrecible?

–Llevarse el dinero de la gente necesitada, de los parados.

–¿No le tentó trincar algo para escribir con más conocimiento?

–No. Me hubieran pillado, soy torpe para trincar. Me faltan cualidades.

–Subtítulo: «Autobiografía no autorizada de un funcionario autonómico». ¿En quién se inspiró?

–En mí mismo: es el personaje patético que tenía más a mano. Fui durante 20 años funcionario autonómico.

–¿Y cómo se libró del virus del trinque?

–Los que estaban por encima de mí lo acaparaban todo, no dejaban nada para los de abajo.

–Fernando Savater dice que la corrupción de los políticos no es sino una expresión de la corrupción social...

–Es posible, pero está claro que ellos van por delante de la sociedad.

–¿Cree que los trincones son repudiados o secretamente admirados?

–Ahora son repudiados por la crisis. Cuando pase, volverán las admiraciones y les haremos canciones.

–¿Propone algo contra el trinque?

–Nada. Es como la ley de la gravedad: inevitable.

–¿Bárcenas tendría éxito si abriera una academia?

–Abría cola para inscribirse.

–A lo mejor se presenta al Planeta con sus escritos...