Día de las Fuerzas Armadas

«Si llego a saber esto lo veo en la tele desde mi casa»

La Razón
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MADRID-Acompaño a Ana en el sentimiento. «Para esto lo veo en la tele de mi casa». Sólo que yo no llevo con mi hijo a hombros toda la mañana para que vea a su hermano, miembro de la Guardia Real, pasar con la moto. Intente ver, quiero decir.

En el Paseo del Prado, personas a modo de enredaderas por las verjas del Jardín Botánico ya avisan de la que nos espera desde Atocha hasta 200 metros antes de la Plaza de Neptuno, punto en el que se nos impide el paso para que los oídos de un escarmentado Zapatero no padezcan los abucheos que le dedica el respetable. Porque, a pesar de que Carme Chacón haya negado que ése sea el motivo, desde el público hasta algún miembro de la Policía Nacional sostienen lo contrario. «Este año han agrandado la distancia de seguridad. No te puedo asegurar, pero entre mis compañeros se rumorea que es por evitar los abucheos». Mantener a las autoridades en una burbuja hace que los demás nos encontremos apretujados en, como dice la andaluza Marisa, «una conejera». Y me pide: «Escribe esto: Sr. Zapatero, si no quiere que le silben no venga, pero no nos corte todo». Su amiga la azuza por lo bajini: «Dile lo de la música, un chasco absoluto». A paso acelerado, proporcional a su hartazgo, vuelven a casa en sentido contrario a los militares, a mitad de desfile. Sólo los más avispados, pegados a las vallas de la acera, son los afortunados que pueden ver la cabra de la Legión o la exhibición de tanques –porque pantallas colocadas a escasos metros del suelo tampoco ayudan–. También los previsores que merodean por los alrededores antes del desfile. Bajando por el Paseo de la Infanta Isabel, un niño de seis años se sube a un tanque izado por un soldado de la Sección de Infantería Mecanizada, granadino de 22 años. «Es un día muy importante para las Fuerzas Armadas, porque estamos más cerca del pueblo». Los veteranos tampoco pierden la ilusión. El comandante del Escuadrón de Caballería explica, desde las alturas de su caballo, que lleva en pie desde las seis. «Almirante» tiene que estar perfectamente cepillado y la crin recogida con gomas de la bandera de España. La «conejera» no ha podido con quienes viven el desfile. Ni con los abucheos. Quizá alguno habrá tenido una motivación añadida.