Barcelona

Zapatero se lía con el 15-M y Rubalcaba no hace nada

Son tantos los bandazos que el Gobierno y el PSOE han dado ante el movimiento 15-M que uno llega a entender que el presidente Zapatero se líe cuando los periodistas le preguntan por la deriva de los «indignados»

Zapatero se lía con el 15-M y Rubalcaba no hace nada
Zapatero se lía con el 15-M y Rubalcaba no hace nadalarazon

Zapatero se lía con el 15-M...
Primero hubo distancia, luego complicidad, más tarde coqueteo... y ahora que el asunto se ha convertido en un grave problema de orden público, con brotes de violencia, no es fácil para el Ejecutivo tomar posición al respecto. Y Zapatero dio muestra de ello ayer en el Congreso. A la pregunta de los periodistas sobre si le preocupaba el derrotero que había tomado el 15-M, el presidente respondió con un simple «no». Cuando su respuesta saltó a las páginas de los digitales, la secretaría de Estado de Comunicación se vio obligada a matizar a Zapatero y a explicar que «al presidente no le preocupa el movimiento como algo democrático y pacífico», pero que por supuesto el jefe del Ejecutivo está «en contra de cualquier manifestación de violencia que impida el ejercicio de derechos, venga de donde venga». Vaya, que no se refería a lo ocurrido en Barcelona aunque la pregunta se le hiciera en el mismo momento en que las imágenes del «asalto» a los diputados catalanes daban la vuelta al mundo. Claro que para no liarse, el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, optó por el silencio ante la misma pregunta que los informadores le habían hecho a Zapatero. Más claro y atrevido fue el presidente del Congreso, José Bono, quien no dudó un segundo pedir el uso de la fuerza contra quienes cometan un delito, en este caso impedir que los diputados accedan al Parlamento catalán.

...y Rubalcaba no hace nada
Hoy se cumple un mes desde que el movimiento 15–M «acampara» en las ciudades más importantes. El punto de partida de la Puerta del Sol desembocó ayer en el grupo de violentos boicoteando el acceso de los diputados al Parlament. Durante todo este tiempo, la inamovible postura del ministro de Interior no ha pasado inadvertida. Incluso no ha ocultado su simpatía por el 15-M. La única vez que tomó una decisión perceptible fue en Valencia, ordenando a la Policía Nacional actuar contra los «indignados» concentrados frente a las Cortes el día de su constitución. La protesta acabó con una carga que dejó 18 heridos y cinco detenidos. Hasta entonces:«La Policía resuelve problemas, no los crea». Sentencia que se materializó el 19 de mayo, cuando la Junta Electoral Provincial solicitó prohibir la concentración en Sol durante la jornada de reflexión. Rubalcaba no movió ficha. Ni las desesperadas peticiones de los propietarios de los comercios motivaron al candidato a las elecciones generales. Las cuantiosas pérdidas en este sector han supuesto que los comerciantes de 2.000 establecimientos exijan al Gobierno 30 millones de euros, pero siguen esperando la promesa de Rubalcaba de ordenar a la delegada del Gobierno que desaloje a los «indignados», que han terminado yéndose por voluntad propia –aunque existe una caseta de madera como punto de información alrededor de la que continúan asentadas medio centenar de personas–. Recientemente lo tuvo que admitir: «La prudencia de la Policía se convertirá en firmeza si hay violencia». Así fue ayer.

Abucheos al «oportunista» Cayo Lara
El coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, acudió ayer al barrio de Tetuán, en Madrid, donde los «indignados» lograron evitar el desahucio de una familia, y allí le insultaron, lanzaron agua y llamaron «oportunista». Cayo Lara aseguró que acudía a manifestarse «como un ciudadano más» y reivindicó su derecho a hacerlo. Pero los manifestantes tiraron agua al dirigente de IU con una botella y desde un ático del edificio donde se estaba produciendo el desalojo. A la vez, la mayoría de los manifestantes gritaba proclamas en su contra y le pedían que se fuera. El caso es que Lara lo intentó. Se detuvo a hablar con algunos de los concentrados para explicarles por qué estaba allí –«sigo siendo rebelde», apostilló luego– pero con poco éxito. Finalmente, tuvo que abandonar la concentración, aunque hubo alguna voz –escasa– que le defendió.