Sevilla

Científicos demuestran que la presencia humana altera la Cueva de Altamira

Un equipo multidisciplinar de científicos ha demostrado que la presencia del hombre en la Cueva de Altamira produce una alteración de varios indicadores ambientales, entre ellos un aumento de las partículas en suspensión, de la oscilación de la temperatura, de la humedad y también una mayor concentración de dióxido de carbono.

Las conclusiones del estudio, coordinado por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Sergio Sánchez-Moral, aparecen publicadas en el último número de la revista Science.

En él ha participado también el profesor de investigación Cesáreo Saiz-Jiménez, adscrito al Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (CSIC), quien ha señalado a EFE que las investigaciones "indican la necesidad de conservar la cueva manteniéndola cerrada a las visitas".

Saiz-Jiménez ha precisado que los visitantes aumentan la temperatura del aire de la cueva y propician además que se establezcan corrientes de aire, favorecidas también por la apertura de las puertas de acceso.

Los científicos han logrado catalogar la diversidad microbiana de la cueva, y sus estudios, que comenzaron en el año 1995, han permitido elaborar además un mapa de su distribución en la cavidad. El trabajo se ha realizado con cinco estaciones de monitorización para conocer el microclima de cada una de las zonas de la cueva, y ha permitido identificar las diferentes colonias microbianas, ha informado el CSIC.

Ubicada en la localidad cántabra de Santillana del Mar, la de Altamira es una cueva natural en la roca en la que se conservan pinturas y grabados del Paleolítico Superior, de los periodos Magdaleniense, Solutrense y Gravetiense.

Contiene pinturas polícromas, grabados, pinturas negras, rojas y ocres que representan animales, figuras antropomorfas y dibujos abstractos, pero en la actualidad se encuentra cerrada al público y sólo acceden a ella los investigadores.

Las zonas monitorizadas con más detalle en el interior, según los datos facilitados por el CSIC, fueron: la Sala de Entrada, el Cruce, la Sala de los Polícromos, la Sala de los Muros, la Sala de la Hoya y la Sala del Pozo. "La presencia del ser humano en la cueva se traduce en un incremento sustancial de las partículas en suspensión, la oscilación de la temperatura, la humedad y la concentración de dióxido de carbono, así como en cambios en el régimen de circulación del aire en el interior", ha explicado el científico Sánchez-Moral.

El desplazamiento de aire se produce a lo largo de toda la cueva y la presencia del hombre favorece el progreso de la masa de aire con micropartículas de agua hacia el interior (agua, polvo, bacterias o esporas de hongos), y con ello el desarrollo de los fenómenos de condensación sobre la roca y la dispersión de los microorganismos hacia el interior.

Los investigadores han comprobado que el incremento de la temperatura del aire en la Sala de Polícromos, y especialmente el fuerte ascenso térmico provocado en su techo por la entrada y por la permanencia de visitantes, disminuye su densidad y favorece la movilización del aire del interior de la sala.