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Historia

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Licántropos por María José Navarro

La Razón La Razón

Alucinante este paisaje nuestro. Ya llegaron las vacas más flacas, las que se ponen de perfil y parece que se han ido y, curiosamente, se ha llenado esto de lobos. Una espera que el lobo, animal listo según «El Hombre y la Tierra», aparezca donde hay vacas gordas de esas con líneas de puntos separando el lomo alto del lomo bajo. Pero aquí pasa algo contrario, y cuanto más flacas están las vacas, más lobo hay. Durante las vacas gordas, el español-lobo se rascaba la tripa sonriente mientras se fumaba un puro y alardeaba de sus negocios. Ahora, cuando las vacas son todo pellejo y huesos, el español medio ha mutado en lobo fiero y ríase Vd. de Hobbes. Ahora el vecino recela del vecino y el compañero sospecha del compañero. El funcionario protesta y con razón por la que se le viene encima y afea a la vez a otro funcionario, éste con porra y casco, que se emplee con tanta furia contra un igual. El político de un lado pasa el tiempo echando en cara al político del otro sus errores y desmanes, sus mentiras y sus promesas incumplidas y el camarero de chiringuito, en vez de alegrarse por ingresar un par de meses, mira mal al veraneante y le hace esperar un poco hasta que la paella se enfríe. En tiempo de crisis, en España jugamos al todos contra todos, al sálvese quien pueda, y cuando hay que ser hormiga y tirar juntos, nos convertimos en lobos. Algunos lobos, como el Lobo López, piensan ya en la emigración, o sea, es decir: ahí fuera hay todo un plantel de chicas hermosas, flores temblorosas por dejarse comer. Qué repeluco.