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Políticas valientes por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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Cuando la presión de Europa obliga a recortar inversiones, subir los impuestos y bajar los sueldos, la pregunta que surge desde el exhausto pulmón de la sociedad: ¿y qué soluciones van a venir desde la política? Interesante cuestión. Quizás, en tiempos de abundancia, se ha valorado poco un concepto tan clásico y manoseado como el de «gestión». Éste el momento de relanzarlo, y, además, de hacerlo a lo grande. Porque parece que la vida de la administración muere con la de los presupuestos, y que, más allá de la limpia de todas las partidas, no hay nada.

Los tiempos marcan una dirección fuerte para la acción política: fuera complejos, atrás los miedos; es hora de acometer aquellos proyectos que siempre se supo que eran centrales para el desarrollo de un determinado territorio y que, por miedo a molestar, nunca se emprendieron. Pues bien, como molestar ya se ha molestado, ya no valen las excusas: las políticas timoratas no han de consentirse de ninguna de las maneras. No está la situación como para contemporizar con reflexiones de salón y actitudes diletantes de la peor cepa. Los gestores públicos tienen la capacidad de alentar inversiones, de facilitar el desarrollo de proyectos estratégicos capaces de aportar riqueza y empleo. De la misma manera que se nos llena la boca para explicitar lo valientes que somos a la hora de emprender reformas necesarias, en esos mismos términos nos tenemos que comportar cuando se solicita nuestra ayuda para «desatascar» cuestiones que, por su carácter secular, forman ya parte de nuestra tradición. La disponibilidad de la clase política no puede circunscribirse solamente a la toma de medidas que impliquen sacrificio; antes bien, ha de estar preparada, en primera fila, siempre que se requiera de su intervención para ayudar con su gestión valiente el impulso a acciones clave y determinantes para el crecimiento del tejido económico. Parece que lo único de bueno que va a traer esta crisis es la demolición de todos aquellos prejuicios y tabúes que han atenazado la acción política dentro de un estrecho margen de maniobra. Lo interesante, en estos momentos, es que esa «liberación» lograda se encauce en la mejor dirección posible y sirva para otorgar confianza e ilusión a una sociedad que se encuentra desnortada y carente de razones poderosas para creer en cualquier vestigio de recuperación.

Consejero de Cultura y Turismo