Presidencia del Gobierno
Tregua infame
Hace escasos meses Mayor Oreja divulgó su sospecha de que ETA estuviera urdiendo una nueva tregua-trampa y que terminales gubernamentales pudieran estar haciendo tacto de codos con la periferia de la banda, siendo tildado, como es repetitivo en el PSOE, de desestabilizador y catastrofista. La astrosa escenografía del comunicado ya no impresiona ni a los niños y el trío parece la atracción chinesca de una barraca de feria o la secuencia de una película de Fu Man Chú. Lo importante es que las delicadezas penintenciarias de Interior con sanguinarios etarras y las necesidades electorales del presidente hacen bueno el juicio de intenciones sobre un posible pasteleo entre el Gobierno y la ETA para dejar la sangre hasta las generales del 2012 a cambio de meter a la izquierda abertzale en las municipales del 2011. Zapatero se pondría la banda de pacificador y cortaría el cupón de la opinión pública. ETA no ofrece tregua sino que la pide cuando pierde oxígeno, zulos y pisos francos, cuando aumentan sus caídas y desmantelan hasta los comandos durmientes o se le estrecha el santuario francés y no tiene dinero en caja. Cuando ofrecen tregua es el momento de impulsar la persecución en caliente. La tregua es ominosa si el Gobierno cometiera la infamia de negociar con el brazo político del brazo armado para que el primero vuelva a encaramarse a la tarima política. Ese escenario es mucho más peligroso que el de las pistolas y las bombas, y sería la primera vez que a una petición de tregua se contestara con una rendición. Pero ya se sabe que La Moncloa también vale una misa, aunque sea una misa negra. Más de 800 asesinados nos contemplan.
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