España
«Thérèse» la obra maestra secreta
Veinticinco años después de su estreno en Francia llega a las pantallas españolas este mítico filme de Alain Cavalier basado en la vida de Santa Teresita del Niño Jesús
Más que captar imágenes a través de un objetivo, pareciera que Cavalier logra los volúmenes pictóricos que delimitaron los grandes maestros en este gran lienzo religioso que es «Thérèse», de 1986, cinta basada en la vida de Santa Teresa de Lisieux, también conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, que apenas vivió 24 años entre 1873 y 1897. El truco parece simple: no hay escenografía. Actores y objetos se mueven sobre un fondo plano. Gracias a esta plástica adquiere el grado de clásico en el cine francés, que las salas españolas descubren tarde, 25 años después de su estreno en tierras galas.
–Asegura que le aburre la ficción, ¿es «Thérèse» una explicación a esta afirmación?
–Absolutamente. Cuando observo la vida y veo tantas cosas que ocurren, jamás se me ocurriría reproducirlas en el cine, porque me parece que no estaría a la altura. La vida es mucho más grande que el cine, contrariamente a lo que otros puedan pensar. Pero hay que basarse en la vida para hacer películas. Por eso partí de la trayectoria de esta jovencita que a los quince años se marchó a un convento. Ella había escrito un diario íntimo que yo conocí ya tarde. Después de la modernización de la administración de las órdenes religiosas se dieron muchos detalles de la vida de Santa Teresita. Por ejemplo, lo que comía, los medicamentos que le administraban, los hábitos que usaba, los castigos que se imponía... Compuse el filme con esos documentos que me pude procurar, el alma que descubrí en el diario, además de los siete años que pasé en el internado religioso de niño.
–Hay críticas que señalan que «Thérêse» es una ficción atravesada de documental. ¿Está de acuerdo?
–Todo lo que se dice y se muestra en la película ocurrió. Incluso hay frases enteras literales. Intenté reflejar exactamente lo que había sucedido, pero resumir la vida entre los 15 y 24 años en 90 minutos me impide hablar de documental.
–Buena parte del filme transcurre entre los muros de un convento de clausura, ¿cómo logró plasmar la vida cotidiana que sucede dentro de esas paredes?
–Durante el rodaje, diariamente hablaba por teléfono con una ex carmelita. Le preguntaba si lo que tenía pensado filmar cada día correspondía con su vivencia en la orden. Me tranquilizaba que me diera el visto bueno.
–La figura de Santa Teresita es bastante importante en Francia, ¿se sintió presionado a la hora de llevar al cine su vida, sobre todo, cuando ya se había hecho en ocasiones anteriores?
–En asboluto. Ésta ha sido la cuarta sobre la vida de esta mujer, pero yo sabía que las otras eran películas religiosas en el sentido más tradicional. Si alguna jovencita se acerca hoy a ver mi cinta no será porque tenga intención de ingresar en un convento. Cuando presenté el filme, las monjas del convento de Santa Teresa me llamaron para decirme que la habían visto, me invitaron a su sede, donde me habían reservado un sillón, me rodearon en un semicírculo y me hablaron del filme. Una de ellas me dijo: «Si lo hubiese visto, no habría entrado al convento».
–Uno de los puntos más interesantes de esta propuesta es su puesta en escena. Por un lado es muy arriesgada, pero por otro es el elemento que más ha contribuido a que este título se haya convertido en obra maestra.
–Visité aquel convento también antes de rodar y comprobé que eran prácticamente todo pasillos y escaleras, celdas de tres metros por tres... Se me ocurrió que todo aquello no tenía que ver con el universo mental de Teresa, porque ella se encerraba para tener esa fuerte energía amorosa y que todo el mundo pudiera aprovecharla. No encontraba la solución hasta que un día, delante de un cuadro de Eduard Manet, «El flautista», que refleja a un niño que toca la flauta y con un fondo neutro me vino la idea.
–¿Cómo plasmó la idea de imprimir un carácter tan pictórico a las imágenes?
–Trabajamos en un estudio de 800 metros cuadrados en el que teníamos medio círculo de fondo con un degradado que iba del negro al blanco,y según la secuencia nos situábamos en un color o en el otro. De esta manera se podían destacar bien las caras, las manos, los hábitos... porque así el espectador sólo se concentraba en esos detalles.
–Es realmente inusual que una película se estrene en salas comerciales tanto tiempo después, ¿qué pensó cuando le hablaron de la «première» en España?
–Me gustó la idea porque sabía por qué lo habían rechazado los españoles en aquel momento. Además, el filme le debe mucho al poema «La noche oscura», de San Juan de la Cruz, y a «El castillo interior». Así que gracias a ellos, por fin, hemos podido cruzar los Pirineos.
–Traza un retrato íntegro del personaje, incluso de sus aspectos más humanos, como la impaciencia que la devoraba de adolescente cuando la impedían entrar al convento y después el acto de soberbia que supone pedirle al Papa en persona ingresar en la orden.
–Ella está enamorada y quiere llegar lo antes posible al convento para estar con su amado: Cristo. La ceremonia de ingreso es muy precisa: la novicia se casa con Cristo, así que incluso lleva un traje de novia. Al mismo tiempo está el aspecto espiritual y sensual que es lo que genera, precisamente, el interés cinematográfico. El séptimo arte permite esta imbricación de ambos elementos tan aparentemente diversos.
–Dice que éste no es un ejemplo de cine religioso, ¿cómo lo definiría entonces?
–Es una historia de amor entre una joven y un hombre muerto dos mil años antes. Y ella muere por ese amor, o sea que, en realidad, es un melodrama, como «La dama de las camelias».
–Este estreno despertará el interés en España por su figura. ¿Qué está preparando?
–La última película que rodé con actores profesionales fue ésta. Ahora volveré a trabajar con intépretes, concretamente con Vincent Lindon. Rodaré solo con él, sin equipo. Es un juego.
El detalle
BENDECIDA POR EL VATICANO
Hace unos años que el Vaticano señaló las mejores 45 películas de la Historia, a las que dividió en tres segmentos: religión, valores y arte. «Thérèse» entraba dentro de la primera clasificación junto a otras magnas obras como «Ben-Hur» (1959), «La misión» (1986), «El festín de Babette» (1988) y «Sacrificio» (1986), de Tarkovsky . Además, incluyó un buen número de filmes relacionados con la historia sagrada y la vida Roma tampoco olvidó una de las experiencias más místicas de Luis Buñuel, «Nazarín» (1958), ni «La pasión de Juana de Arco» (1928). También pasó el filtro la oscarizada «Un hombre para la eternidad». (1966).
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