Asturias
14-N: batacazo histórico de los sindicatos
No lograron paralizar ningún sector e incluso en Andalucía, cuyo Gobierno respaldó a CC OO y UGT, el seguimiento fue mínimo. > La jornada en imágenes Las otras huelgas en Europa / La jornada en Madrid / La jornada en Barcelona El Gobierno ratifica la validez de su política / El PSOE vuelve a la pancarta
MADRID- Cuando los propios sindicatos cifran su éxito en un 12 por ciento menos de participación que en la anterior huelga general; cuando la bajada del consumo de electricidad es la menor de todos los paros; cuando la propia Junta de Andalucía, partícipe de la huelga, notifica un exiguo seguimiento en sus dominios; y cuando los empresarios hablan sólo de un 12 por ciento de huelguistas, es que algo no funciona, y ese algo, al fin y al cabo, son los propios sindicatos, sus líderes y el «tufillo» oportunista que muchos detectaron y proclamaron en las redes sociales. Ellos, Toxo y Méndez (que lleva al frente de UGT desde 1994), estaban convencidos de recoger en su seno el descontento social por los ajustes, por la crisis o por la tasa de desempleo y por ende se ufanaban antes de tiempo del éxito asegurado de su llamada a tomar las calles. Ellos, secundados activamente por el principal partido de la oposición y toda la izquierda parlamentaria, se veían capaces de poner en jaque a un Gobierno que ni se inmutó.
Pero la sociedad está en otra «guerra» y dejó de sentirse representado por ellos hace tiempo. O al menos eso se desprende del fracaso creciente de cada una de las convocatorias sindicales. Ellos mismos admitieron ayer que, según sus propias cifras, el paro de ayer logró atraer a 1,3 millones de trabajadores menos respecto al anterior. De 10.465.139 de «adeptos» a la huelga anterior han pasado a ser seguidos por 9.185.383 trabajadores. Aún así, no duraron en remarcar que había sido más exitosa que la del 29 de marzo.
Así, la segunda huelga general que CC OO y UGT montan a un Gobierno que les ha bajado a la mitad las subvenciones públicas que reciben fue la constatación de un fracaso sin paliativos. No hacía falta más que salir a la calle en cualquier ciudad de España para darse cuenta que el entusiasmo de los españoles con la convocatoria sindical era más bien escaso, salvo en Cataluña y Asturias, donde sí hubo mayor incidencia. Los sindicatos cifraban en un 85 por ciento el seguimiento en la primera y en un 92 por ciento en el segundo, aunque ambos gobiernos autonómicos rebajaban notablemente esta cifra. Salvo en puntos muy concretos, la normalidad fue la tónica del día.
Pero volviendo al dato del consumo eléctrico, la única cifra fiable en la habitual guerra de números, éste habla de forma contundente: el consumo de energía fue un 4 por ciento más alto de media que en convocatorias anteriores. Poco más que añadir.
De este modo, aunque los sindicatos calificaran de éxito, incluso antes de empezar e incluso admitiendo el descenso en la participación, las cifras que arrojan desde fuera de las centrales sindicales están bastante alejadas de lo que Toxo y Méndez proclamaban a los cuatro vientos. Según la patronal, el sector que más acudió a la llamada fue el del comercio con un 10 por ciento de participación seguido de la metalurgia con el 9 por ciento. Donde más notó el ciudadano la influencia de la convocatoria fue en los transportes (excepto en el sector del taxi, con un seguimiento prácticamente inexistente) y en la recogida de basuras.
Los piquetes, que hace tiempo dejaron de ser «informativos», llevaron a cabo su habitual puesta en escena. Primero poniendo silicona en los cierres de bancos y comercios; segundo, presionando a quienes ejercían su derecho a trabajar para que no lo hicieran. El dispositivo policial desplegado para la ocasión evitó que las grandes superficies se vieran obligadas a perder un día. Algunos pequeños comercios, más difíciles de defender, urdieron su propia estrategia: abrir más tarde. Aún así, la acción de los piquetes se saldó con 118 detenidos.
España ha sufrido su segunda huelga general en menos de un año. Ha sufrido poco, mucho menos de lo que esperaban los sindicatos, que no han logrado canalizar el descontento de parte de la sociedad, ni erigirse en los líderes de nada más que de su propio descrédito. La inmensa mayoría de españoles decidió ayer trabajar. Pero los sindicatos no toman nota.
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