Constitución

La familia

La Razón
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El proyecto de la modernidad, o de su hermana gemela la postmodernidad, consistió en crear un ser autónomo (es decir, que se dota de sus propias leyes), plenamente racional, que actúa sólo conforme a imperativos morales universales, y emancipado de cualquier lazo que obstaculice esta libertad suprema. Un ser libre, sin ataduras ni particularismos, plenamente realizado en un yo que abarca el universo. El modelo de este ente ideal lo hemos tenido bien cerca.

Está retratado en «Proyecto Zapatero», el esclarecedor trabajo publicado por Ignacio Arsuaga y Miguel Vidal, de HazteOir. Entre las formas de esclavitud de las que los modernos pretendían liberarnos está la patria o la nación, esa forma de asociación –antigua, ni que decir tiene– que nos vincula por azar a un territorio y nos exilia de nuestro natural cosmopolitismo; también nos une, lo que resulta más fastidioso aún, a los muertos, a los vivos y a los que todavía no han nacido, por lo que nos impide acceder a nuestra naturaleza plenamente liberada de entes únicos y exentos, capaces de comprenderlo y por tanto perdonarlo todo.

Otra forma de esclavitud antigua era la religión, en particular las religiones positivas y sobre todo el cristianismo, que exalta la generosidad y el amor, virtudes propias de seres débiles, destinados a la servidumbre: las religiones son obstáculos insalvables para comprender, y llegado el caso fundirnos, con la divinidad sin nombre, ser puro o pura naturaleza que vive eternamente, más allá de supersticiones y ritos inútiles, negadores de su grandeza infinita. Y por supuesto, la esclavitud de la que, antes que ninguna otra, nos quisieron emancipar los modernos postmodernos es la familia, esa institución cuyos miembros no elegimos, que requiere de nosotros una disponibilidad completa e inmediata, ajena a las ideologías y a la política y que nos liga a nuestros semejantes para siempre, incluso más allá de la muerte, sin posibilidad de recuperar nuestra sacrosanta libertad e independencia. ¿Cabe peor arcaísmo? ¡Ay de nosotros, que no fuimos capaces de entender la alegre y confiada senda de emancipación y felicidad que nos propusieron los socialistas!