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Angelina en pie de guerra

Colapsó la sala de prensa de la Berlinale donde se estrenaba como directora de «In The Land of Blood and Honey», una cinta sobre la guerra de los Balcanes que ha levantado ampollas en el pueblo serbio.

Angelina en pie de guerra
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Ver «In the Land of Blood and Honey» al lado de un periodista serbio es como ver «La lista de Schindler» al lado de un oficial de la Gestapo. No porque todos los serbios sean nazis sino porque Angelina Jolie los ha retratado así en su ópera prima. Huelga decir que el periodista serbio no parecía muy contento con el punto de vista de Lara Croft sobre el tema, y cuando ayer, en rueda de prensa, Jolie tuvo que contestar a una pregunta un tanto agresiva que la acusaba de no explicar las razones de la guerra de los Balcanes y de pintar un paisaje después de la batalla en blanco y negro, sin matices, tensó su habitual encanto y se puso a la defensiva. No es lo mismo presentar «In the Land of Blood and Honey» en Toronto que en la Berlinale, aunque sea fuera de concurso. Si es cierto que la guerra de la exYugoslavia ha sido el más sangriento conflicto bélico que ha vivido Europa después de la Segunda Guerra Mundial, es lógico que la prensa del viejo continente se muestre mucho más suspicaz que la americana. «Mi principal desafío era encontrar un equilibrio, ser justa con lo que ocurrió», afirmó Jolie. «Sé que en Europa se trata de un tema delicado. Los americanos no conocen esta guerra. Mi generación no sabe prácticamente nada sobre ella».

Buena voluntad
Estudió libros y vio documentales sobre el tema, y empezó a escribir el guión sin tener la intención de enseñárselo a nadie, como un diario íntimo fruto de su trabajo como embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas. Lo leyó Brad Pitt y la animó a moverlo. «Quería contar esta historia por los motivos correctos. No quería hacer una película de buenos y malos, tampoco quería señalar a nadie, ni buscar culpables, si exceptuamos a la comunidad internacional…», aclaró Jolie. «Sé que hay muchas maneras de explicar el conflicto, que hay muchas historias contenidas en él, yo sólo he contado una de ellas», aseguró.

La película explica la historia de amor imposible entre Ajla, una pintora musulmana residente en Sarajevo, y Danijel, un policía que acaba siendo oficial del ejército serbio. Se conocen antes del conflicto, y se reencuentran en un campo de prisioneras, donde Ajla está a punto de ser violada. Danjiel la acoge en su seno, y acaba por convertirla en su rehén, encerrándola en una habitación para protegerla de las vejaciones de los soldados serbios y convirtiéndola, de paso, en su esclava. Da la impresión de que Jolie no sabe qué hacer con esta historia de amor casi sadomasoquista, y salpica todo el metraje de una lluvia de atrocidades –violaciones, ejecuciones, torturas– a cual más salvaje para distraernos de lo que en realidad importa. El culmen del sensacionalismo es el asesinato de un bebé. «Como madre de seis hijos podéis imaginar que ésa es mi peor pesadilla», confesó Jolie. «Y precisamente por ello lo incluí en la película. No vemos el momento del asesinato, tampoco vemos el cadáver… Creo que mi responsabilidad era mostrar los horrores de la guerra. Y por mucho que enseñes, sólo será una pequeñísima parte de lo que ocurrió en realidad. No me gusta el cine bélico que evita hablar de esa violencia, me hace sentir incómoda».

Jolie transfiere la incomodidad al público, que a ratos tiene la sensación de ser testigo de un espectáculo abyecto, que se regodea en el dolor de las víctimas y en la crueldad de sus verdugos. No ayuda su deficiente sentido del ritmo: a «In the Land of Blood and Honey» le cuesta avanzar entre sus propios desequilibrios. Hay que valorar el intento, por supuesto: la actriz mejor pagada de Hollywood decide estrenarse detrás de la cámara con una película hablada en bosnio, croata y serbio, con actores desconocidos, y sobre un conflicto que aún resuena en las conciencias europeas, y que está lejos de estar resuelto. Es toda una declaración de principios por parte de Jolie, como si viera en el cine la posibilidad de continuar su trabajo humanitario, de hacer películas «que realmente importen» (sic). Como si pidiera a gritos, en fin, que se la tomara en serio.
Ayer algunos de los actores que asistieron a la rueda de prensa confesaron que, después de las pruebas de casting, cuando descubrieron que era Jolie quién estaba detrás del proyecto, pensaron que era una broma. ¿Qué hace la viva encarnación del glamour metida en este berenjenal? Es una pregunta que todo el reparto, que experimentó en carne propia el conflicto de los Balcanes, respondía bajo el influjo del síndrome de Estocolmo. «Angelina me concedió las palabras y la oportunidad de expresar lo que viví en la guerra», admitió uno de ellos. Parece que Emir Kusturica opina lo contrario: que es un ejercicio de propagandismo. Y algunas web serbias no han perdido el tiempo en buscar fotos comprometidas de la loca juventud de Jolie para humillarla. Será que la guerra aún no ha terminado…

 

A los Taviani lo que es de los Taviani
La italiana «El César debe morir» es una película insólita. Los Taviani (en la imagen) se han instalado en el pabellón de máxima seguridad de la prisión romana de Ribbiani, han organizado, con la complicidad del director teatral Favio, un montaje del «Julio César» de Shakespeare, y han filmado parte de sus ensayos y su representación. Los ecos de la obra resuenan en la vida de los presos, que no sólo se toman en serio la propuesta, sino también demuestran que el arte redime a la vida. Curioso experimento sobre el oficio del actor y el poder liberador de convertirse en otro, su honesta tosquedad haría las delicias de Pasolini y Jean-Marie Straub. En «Barbara», el alemán Christian Petzold habla de la vida de los descastados en la Alemania del Este a partir de la elusiva historia de amor entre una doctora que quiere escapar del país y un médico que se erige en su ángel de la guarda. Es una película que parece contener el aliento, intentando traducir en imágenes lo que significa vivir en una prisión sin paredes, aunque ése es precisamente su talón de Aquiles. Resulta demasiado fría y oblicua para que los dilemas morales que plantea calen hondo.

 

El detalle
ACTRIZ, MADRE, DIRECTORA, EMBAJADORA...

Cuestra trabajo enumerar los quehaceres de Angelina Jolie sin quedarse sin aliento. Aunque ha aparcado su carrera como actriz, a esta mujer casi transparente de lo delagadísima que está, trabajo no le falta. A su faceta de madre de prole numerosa se añaden las tareas de firmar innumerables autógrafos allá donde va, lucir la mejor de sus sonrisas y los más fotogénicos mohínes. El viernes, como embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados, se entrevistó con el ministro de Exteriores alemán (arriba). Y ayer por la noche volvió a ser estrella sobre la alfombra roja de la mano de un melenudo Brad Pitt, que no paró, como ella había hecho por la mañana, de firmar y firmar.