Deportes
Dimisión o destitución
José Mourinho, a día de hoy, ya no debería ser entrenador del Real Madrid. Si tenemos en cuenta sus reiteradas manifestaciones de que, a estas alturas de su vida, él no va a cambiar, al presidente de la entidad merengue, Florentino Pérez, no le va a dejar más solución que convencerle para que dimita. Y, si no lo consigue, no le quedará otra que la destitución. El Real Madrid no puede ofrecer la imagen que le procura el preparador luso. Ni el Madrid, ni el Barça, ni el Manchester, Milán, ni un club que se aprecie a sí mismo, menos aún con su dimensión. La clavada del dedo en el ojo de Tito Vilanova, segundo entrenador azulgrana, obedece a un perfil barriobajero y, según la forma con la que la realizó, cobarde, por la espalda y escudándose en la confusión. Florentino Pérez tiene en el portugués un problema complicado. Desde su llegada, el mister blanco se ha ocupado tanto de entrenar al equipo como de tensionar todo lo que le rodea, con el agravante de, sintiéndose muy por encima de sus iguales, no haber logrado frenar el imperio barcelonista. Parece que se le ha olvidado para qué fue fichado: para ganar. Especialmente al Barça. Para conseguirlo, debería convencerse de aquello que alguien dijo: «Para ganar al Barça, hay que meter un gol más que ellos».
Con Mourinho, el equipo ha dado algún pasito deportivo adelante y, tal como se vislumbra la presente temporada, ni siquiera va a salvarla con un triunfo trascendente en el cara a cara ante su encarnizado rival. Da la impresión de que sólo conoce el enconamiento como instrumento de trabajo. Por su culpa, los partidos entre los dos grandes acaban como nunca, en tangana, logrando a la vez el deterioro de las relaciones personales entre deportistas. Una cosa es la rivalidad otra el odio. Soy del Valencia, Osasuna y Levante, y prefiero que gane el Madrid al Barça. Sin embargo, por muy mal que caigan las declaraciones de Piqué y Xavi, hay que tenerlas en cuenta, porque tienen bastante de verdad. Mourinho está perjudicando al fútbol y la imagen del Real Madrid está deteriorándose de forma alarmante. En España y en Europa. Es verdad que el conjunto de la ciudad Condal tiene a los tres mejores jugadores del mundo –Messi, Iniesta y Xavi– pero el deber de Mourinho es hacer real aquella máxima de que «un buen jugador gana un partido, un buen equipo gana cinco». Y hasta como equipo le superan.
Ahí está el reto de Mourinho y no en dejar salir el diablo que lleva dentro. Ha de olvidarse de las cuentas pendientes que pueda tener con los culés (si no las tiene, lo parece) y dedicarse a componer el antídoto para Messi, quien parece haberle tomado gusto a humillar a Casillas. Independientemente de que existieran razones para comprender la acción del portugués, un entrenador de su categoría está obligado a pedir perdón por respeto al club que le paga, a su afición y al contrario. Sólo una actitud deportiva logrará lavar su imagen y la que está aportando al Real Madrid. Si se empeña en mantener sus afirmaciones de que no va a cambiar de forma de ser, al club blanco no le quedará otra que abrirle la puerta de salida. Hay quien piensa que es lo que busca.
Así es la vida.
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