Portugal
Saramago
Da gusto tener una ministra de cultura que resalta como mejor mérito de Saramago no su prosa, sino su izquierdismo. ¡Bien por la doña! Una vez más ha estado brillante y adecuada. Conocí al escritor hace ya bastantes años y nos teníamos una gran simpatía recíproca. Hombre sensible y tremendamente seductor me dedicó detalles de amabilidad y de interés por la Fundación que me honro en presidir. Destaco de su obra «Ensayo sobre la ceguera», que me conmovió, me hizo pensar y me obligó a una segunda, incluso a una tercera lectura. Entre Saramago y yo, cuando nos encontrábamos, se producía una alegría mutua que nos llevaba a largas conversaciones, ya fuera durante un vuelo, una cena o un acto cultural. Dicho lo dicho no puedo dejar de expresar mi rechazo hacia su respaldo, complicidad y sintonía con el castrismo, que, al igual que García Márquez, a quien quiero y con quien también sigo manteniendo una cálida relación que se acrecienta cada vez que coincidimos, ha puesto de manifiesto cada vez que tuvo ocasión. Las fotos que se publicaron tantas veces al lado del tirano provocaban que muchos renegasen de la importancia que, tanto el uno como el otro, poseen como escritores. Parece como que mi artículo de la pasada semana sobre la desideologización fuera premonitorio. ¡A cuántos ha dejado indiferente la desaparición del portugués precisamente por esto! Mientras tanto el gobierno de España envía a la vicepresidenta a sus honras fúnebres y Portugal se anega de lágrimas por quien siempre renegó de su país. En fin, así son las cosas y así las vamos viendo pasar por la ventana de la vida.
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