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San Sebastián

Rubalcaba y la ETA

La Razón
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Cuando Rubalcaba se autodesignó sucesor de Rodríguez Zapatero, muchos, entre ellos el que esto firma, pensamos que al menos pasábamos del mundo infantil de la gratificación narcisista e inmediata al mundo de los adultos, de la realidad. Han bastado unos pocos meses para darnos cuenta que andábamos equivocados.

La realidad, efectivamente, siempre es algo complejo y diverso. Rubalcaba, en cambio, es un candidato monotemático, sin el menor interés por nada que no sea la ETA, la negociación con la ETA, los comunicados de la ETA y los presos etarras. Cierto que hay otros dos asuntos estratégicos en su campaña: los guiños a los indignados y la sempiterna cantinela del miedo a la derecha, apoyado en latiguillos que siguen siendo relevantes porque la propia derecha decidió abandonar la educación y la cultura a la izquierda desde la Transición. Fuera de eso, el único motivo sobre el que gira la campaña de Rubalcaba es la ETA. El despilfarro, las corruptelas, el paro, el futuro del Estado del bienestar, la continuidad de los servicios públicos, la racionalización del Estado autonómico, la nueva Europa, la globalización… nada de todo eso le interesa a Rubalcaba. Se nota bien que no ha dedicado ni un segundo a reflexionar sobre estos asuntos. La ETA es lo único importante.

Y es que la ETA es el núcleo de su trayectoria política desde, como mínimo, el 14-M. Como recordaba José Antonio Vera aquí mismo, Rubalcaba es el responsable de la negociación que culminó con el atentado y los dos muertos de la T-4. Rubalcaba está detrás de la continuación de las conversaciones después. Y Rubalcaba está en el centro del proceso que lleva a la legalización de un partido proetarra hoy integrado en las instituciones democráticas y que ha conducido a la sórdida función que hoy se inaugura en San Sebastián.

Rodríguez Zapatero creía que gracias a su intimidad con los abertzales iba a fundar una coalición de izquierdas que emanciparía para muchos años a España de la derecha. Era la nueva España del «nunca mais». Rubalcaba no es capaz de tragarse tamaña simpleza, pero ve en un comunicado de la ETA la única forma de evitar una mayoría demasiado abultada de los populares. No se da cuenta que el comunicado, si se publica, está ya descontado por una opinión pública que lo considerará la prueba definitiva de la infamia. Tampoco contempla que la ETA, como ha ocurrido hasta ahora, no respeta esos supuestos compromisos. ¿Para qué lo va hacer con unos compañeros de viaje tan solícitos?

Además Rubalcaba parece incapaz de concebir que la izquierda española, y en particular un Partido Socialista moderno, tengan un horizonte más amplio que el de las conversaciones con una banda de terroristas. Lo tiene, aunque en el PSOE no lo crean y aunque se imaginen acorralados en un callejón sin salida, como demuestra día tras día su candidato. Es una situación peligrosa para los propios socialistas y para todos los españoles, por la exasperación a la que este tipo de enconamiento conduce siempre.