Nueva York

Lorca y Dalí comienza una amistad

Una ambiciosa exposición en CaixaForum reivindica la importancia del vínculo intelectual entre ambos artistas más allá de la amistad que los unió en la Residencia de Estudiantes.

Dalí y Lorca, una fructífera relación
Dalí y Lorca, una fructífera relaciónlarazon

Con apenas dieciocho años años, Salvador Dalí irrumpe en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Su ansia de experimentación no es comparable a la de otros alumnos: además de joven, Dalí viene con la maleta cargada de conocimientos sobre pintura vanguardista gracias a las lecturas a las que tuvo acceso en la Llibreria Verdaguer, propiedad de su tío. Su compañero de batallas no tardaría en llegar. García Lorca, que entonces terminaba Derecho en Granada, volvería a la Residencia pocos meses después. Este es el punto de partida de «Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes», la exposición coorganizada por la Obra Social La Caixa y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturares en CaixaForum.


Ansias de cambio
«La relación personal que mantienen ambos ha sido muy estudiada. El diálogo artístico que se derivó de esta amistad, una cuestión menos tratada, es la intención que guía esta exposición», explica Juan José Lahuerta, comisario de la muestra. Este intercambio intelectual, que tuvo un punto y aparte con la marcha de Dalí a París y la de García Lorca a Nueva York, comenzó a flaquear también en el mismo punto que ocho años antes los había unido: las vanguardias. Pero este es el fin de una historia que dejó «la discusión más elevada que se produce sobre arte en España en la década de los veinte», explica Lahuerta.

En primer lugar, la exposición, que cuenta con la colaboración de la Fundació Gala-Salvador Dalí, la Fundación Federico García Lorca y la Residencia de Estudiantes, ofrece una visión clara del flechazo intelectual entre los dos artistas. Su título, «Residentes de Estudiantes», es una expresión de Dalí muestra de su identificación con la institución. «Esta primera etapa se caracteriza por su deseo de un proyecto de arte diferente», asegura el comisario.


La luz de la objetividad
Ningún sitio mejor para este cometido que la Residencia de Estudiantes en esa época, ya que, a principios de los años veinte, la institución capitalizaba la asimilación de los movimientos artísticos y literarios de la vanguardia europea, fundamentalmente, la francesa y la italiana. Sus primeros conocimientos del cubismo, futurismo y simultaneísmo inauguran su pasión por los nuevos horizontes culturales. El inicio de la exposición es una galería de retratos y autorretratos de los miembros de la Residencia con Lorca y Dalí siempre presentes.

Pero, como vimos, sus aportaciones no eran equiparables: «Lorca comenzaba a tener relación con las artes plásticas a través del teatro y de la música», dice Lahuerta. Su influencia más importante en este campo fue la de Manuel de Falla, colaborador habitual de Picasso, y con el que montó «Títeres de cachiporra» en 1923. «Dalí era ya más cosmopolita por la influencia de su familia», dice Lahuerta. De esta primera época se puede ver en la muestra su serie de las Estaciones y el Madrid Nocturno, en la que se percibe las influencias del simultaneísmo y vibracionismo. Además, se exponen sus primeras obras futuristas.

«Hay claridad», frase que ambos utilizaban para expresar nueva estética, es la segunda fase de su amistad y de la muestra. Según Lahuerta, «es el momento culmen de su amistad y en la que se produce la gran reflexión estética». Es la época en la que se reafirman en su voluntad de vanguardia formada, principalmente, sobre el purismo, el maquinismo y la objetividad. El intercambio artístico tiene en este momento su máxima expresión: Lorca escribe «Oda a Salvador Dalí», y Dalí pinta «Sant Sebastià», una obra dedicada al poeta. También es en este momento cuando el pintor invita a su cómplice a Cadaqués, una lugar que materializa el símbolo de claridad que ambos propugnan. Esta localidad aparece en la poesía de Lorca y en la pintura de Dalí, como también lo hará la revista «l'Esprit Nouveau». La exposición incluye estos materiales además de pinturas de Le Corbusier y Ozenfant, ejemplos de la influencia del purismo en Dalí. Artistas de la corriente Metafísica, como De Chirico y Carra, también creadores de la revista «Valori plastici», están presentes en la exposición por su fuerte influencia sobre ambos artistas.

Al volver a su propia creación, encontramos una temática que, aunque su relación decaiga, se mantendrá durante años: marineros y mujeres, personajes característicos de la literatura y poesía de principios del siglo XX.

Pero en esta amistad tan fructífera para la cultura española comienza a haber fricciones: «Las discusiones aparecen. Dalí critica "Romancero gitano"y Lorca no ve con buenos ojos el giro que el pintor da hacia el surrealismo, una tendencia que ambos habían iniciado denominada "Estética fisiológica"», explica el comisario. Si bien Lorca introduce esta corriente en su poesía, el radicalismo de Dalí, fascinado por Bretón, hace imposible que la consonancia que había caracterizado su relación continúe.


La confrontación
Uno de los ejemplos más claros de esta confrontación se materializó alrededor de la figura de San Sebastián. En la muestra se pueden ver dibujos intercambiados entre ambos que ilustran diferentes modos de entender su iconografía. Con todo, «se trata de la primera vez que se juntan tantas obras suyas y del mundo artístico que les rodeaba», explica el comisario sobre esta exposición compuesta por más de 300 obras. El recorrido se completa con la recreación de una de las habitaciones de la propia Residencia de Estudiantes en 1922, una institución que cumple ahora su centenario. Tras su exhibición en Madrid, viajará al Centro Federico García Lorca de Granada, donde se podrá visitar durante la primavera de 2011.

Además, en paralelo a la muestra se proyecta el documental «Coloquio en la Residencia», dirigido por Manuel Gutiérrez Aragón. La cinta recrea la relación del pintor y el poeta a través de una lectura dramatizada de fragmentos de su correspondencia.


Enigma sin fin
Lorca y Dalí, pese a las diferencias estéticas, siguieron manteniendo viva su amistad. En 1935 se reencontraron en Barcelona, con Gala como curiosa testigo de excepción, llegando a pensar en realizar conjuntamente una ópera sobre Wagner y Luis II. El asesinato de Lorca lo frenó todo. Dalí lloró esa muerte y proclamó un incomprendido «¡olé!» como aplauso torero al poeta. Obsesionado por la pérdida, Lorca se convirtió en el tema de varios cuadros, como la serie titulada «El enigma sin fin» de 1937 y, ya a finales de los 60, del gran óleo «Torero alucinógeno». Una de las enfermeras que atendió al pintor en su larga agonía dijo que las únicas palabras que pudo comprenderle fueron «el meu amic Lorca», es decir, «mi amigo Lorca».



El detalle
PUTREFACCIÓN

Era tal el rechazo de Dalí y Lorca por los artistas tradicionalistas y académicos que decidieron ponerles un nombre: putrefactos, un término que también utilizaban Buñuel y Pepín Bello. De aquí surge un proyecto que no llegó a fructificar: ambos artistas proyectaron en 1925 «El cuaderno de los putrefactos», una serie de láminas dibujadas por Dalí con estos personajes (inspirados en los dibujos de George Grosz y Jules Pascin, las pinturas de Picasso y Rousseau y en las caricaturas de Chaplin) y acompañadas de un texto de Lorca. En la imagen, «Trovador cubista y personaje putrefacto», (1927-1928).



- Dónde: CaixaForum. Paseo del Prado, 36. Madrid.
- Cuándo: hasta el 6 de febrero.
- Cuánto: entrada gratuita.