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Adam Smith: hay que devolver Gibraltar a España por Ramón Tamames

Adam Smith: hay que devolver Gibraltar a España por Ramón Tamames
Adam Smith: hay que devolver Gibraltar a España por Ramón Tamameslarazon

Cualquiera que se ocupe o preocupe de cuestiones económicas sabe perfectamente que el escocés Adam Smith (1725-1790) es considerado de manera casi unánime como el padre de la Economía moderna, y fundador de su Escuela Clásica. Ocupó durante años la cátedra de Filosofía de la Universidad de Edimburgo, y en esa primera fase de su vida académica alcanzó gran predicamento como autor del libro «Teoría de los sentimientos morales» (1759), en el que estableció su propia escala de valores.

Amigo personal del «astuto Hume» –así le calificaba Inmanuel Kant–, de quien surgieron sus primeras inquietudes económicas, Smith aceptó, en 1764, ser preceptor del joven duque de Buccleugh, y fue durante un viaje de estudios a Francia con su pupilo cuando concibió «La Riqueza de las Naciones», que publicaría en 1776. Obra en la que realizó un gran ataque contra el mercantilismo imperante en su época, preconizando la alternativa de la economía liberal: división del trabajo, libertad de contratación, librecambio, y prevalencia de la «mano invisible» como guía suprema del orden económico, ubicado en la propia naturaleza de las cosas.

Todo lo anterior viene a colación por los nuevos roces hispano-británicos, a propósito de la cuestión de Gibraltar, que constituye, desde el Tratado de Utrecht de 1714, un grave inconveniente para las relaciones entre dos grandes países europeos. Tema que personalmente tuve ocasión de tratar hace años, junto con el economista británico Maxwell Stamp, con quien escribí el libro «Gibraltar, británico o español», publicado por Ariel en 1976; auspiciado por la Fundación Juan March y promovido por Manuel Fraga Iribarne cuando era embajador de España en Londres.

Pero lo principal de este artículo, consiste en rescatar lo que en su momento preconizó Adam Smith sobre las relaciones entre las monarquías británica y española a propósito de Gibraltar. Más concretamente, de «La Riqueza de las Naciones» (págs. 121 y 122 del volumen 2 de la primera edición, y 739 y 740 de la versión de Liberty Classics, Londres, 1976), extraemos la principal referencia al problema, que dice textualmente:

«La protección del comercio mediterráneo [del Reino Unido] fue el propósito original de las guarniciones [británicas] en Gibraltar y Menorca... administradas por el Poder Ejecutivo, cuyo dominio consiste, en gran medida, en una demostración del orgullo y la dignidad de dicho poder... Esas guarniciones, consiguientemente, no han sido nunca objeto de negligencia, aunque Menorca… está perdida, seguramente, para siempre... Sin embargo, nunca debería entenderse en mis palabras la insinuación de que esas costosas guarniciones sean necesarias, incluso en el más pequeño grado, para el propósito con que originariamente se desmembraron de la Monarquía española. Un desmembramiento que nunca sirvió para otra cosa que alienar [a la monarquía británica] de su aliado natural, el Rey de España; y para unir las dos ramas principales de la casa de Borbón en una alianza permanente y más estrecha de lo que los lazos de sangre podrían haber representado» (los corchetes son nuestros).

Las anteriores frases resultan bien expresivas de la inclinación de Smith a retornar Gibraltar a los españoles. Para así acabar con un contencioso muy contrario a los intereses británicos de amistad duradera con España.

Pero no satisfecho con las observaciones antes expresadas, Smith volvió a referirse al tema en una carta dirigida de John Sinclair, datada el 14 de octubre de 1782, subrayando: «Es a nuestra posesión del desolado Peñón de Gibraltar a lo que debemos la unión de Francia y España, contraria a los intereses naturales de ambos países... causante de la importante enemistad de los españoles [hacia Inglaterra] y de la fútil y costosa amistad [del Reino Unido] con Portugal».

Creo que es bueno destacar en la hora presente los dos textos del mayor del más renombrado de los economistas, pues aunque sea en un contexto geopolítico diferente (ahora los Estados mencionados convivimos en un sistema de seguridad común y de amistad dentro de la Unión Europea), sus argumentos siguen siendo válidos; para encontrar la solución definitiva a un problema que dura casi ya tres siglos. Con implicaciones como las de los pesqueros de la Línea de la Concepción y del resto de la Bahía de Algeciras, acosados por la policía gibraltareña.

También las recomendaciones smithianas podrían ser útiles para que los llanitos se decidan a aceptar que frente a sus mayores o menores egoísmos de demandar una autodeterminación impracticable (replicando a la autoridad británica hay que decir: «La independencia de Gibraltar jamás será posible»), debe predominar la renovada amistad de 47 millones de españoles y de 68 millones de británicos. Sin olvidar a los 30.000 gibraltareños, cuya gradual incorporación a la nación española les reportará, sin duda, una situación mucho mejor que cualquier otra imaginable. Se haría a través de la configuración de una nueva comunidad autónoma (con el inglés como lengua cooficial con el español, que prácticamente hablan todos los gibraltareños) y con plenitud de derechos dentro de un gran país. Entonces, Gibraltar sí sería una plaza financiera más que relevante, en vez de paraíso fiscal vergonzante. Y uno de los puertos principales del Mediterráneo, en vez de obsoleta base militar.