Sevilla
Hoy no se toma café por Lucas Haurie
Antes de saber que Peregil le reñía a los cristos, el firmante sufrió una bronca en su taberna por pedir café, producto vedado en su establecimiento desde tiempos inmemoriales. En el «Quitapesares», empezamos a creernos adultos una pandilla de estudiantes de Periodismo cuando estábamos todos destinados a ser Carlos Herrera, como poco. Hoy, casi cuarentones, somos un mojón que apenas si nos ganamos la vida dando teclazos y encima se nos viene a morir Pepe, al que se le iluminó su sonrisa de niño cuando nos vio aparecer hace unos años. Todos sabíamos ya que nunca íbamos a ser tan felices como entonces. Otra día, no hace mucho, conseguimos arrastrarlo hasta el Matakas, que debe ser como poner a Von Karajan a dirigir una banda de pueblo, y nos contó que «con una papa muy gorda y dos cojones», le cantó una saeta a la canina del Santo Entierro. La letra, irreverente al máximo, no es reproducible. Sabía que estaba malo pero la lágrima que ayer no llegó a escapárseme no era por él sino por nosotros, los de entonces, que ni somos los mismos ni nos ponemos de acuerdo para vernos siquiera un par de veces al año, con lo unidos que estuvimos todos esos cientos de noches en la plaza del Rialto.
Coda: un saludo a Álvaro, cómplice de fechorías en el instituto Velázquez, que per-petúa la saga en Mateos Gago.
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