Cataluña

Hacia una integración étnica real

En poco más de un kilómetro cuadrado conviven más de 45.600 personas de 30 países diferentes que hablan hasta nueve idiomas distintos y que profesan nueve religiones. La amalgama de foráneos, pues, supera con creces a Salt y Vic, cuya extensión territorial también es mayor que la del barrio.

Los niños entrenan a fútbol o básquet y estudian en el centro Braval
Los niños entrenan a fútbol o básquet y estudian en el centro Bravallarazon

Así es el Raval. Entre proyectos urbanísticos del Ayuntamiento de Barcelona, edificios irrehabilitables y laberínticas calles, numerosas entidades beneficosociales se afanan para que la convivencia sean hechos y no palabras, para que la integración de las nuevas generaciones de inmigrantes –muchos de ellos ya nacidos en suelo catalán– sea una realidad.

Pero, ¿qué se entiende por integración? En 1990 cuando en España la población inmigrante suponía un 1 por ciento, en el barrio barcelonés, la tasa de extranjeros era del 10 por ciento. Hoy es del 47,4 por ciento.

Contra los guetos

¿Cómo puede una ciudad asimilar en pocos años tantas etnias, culturas y religiones sin que la situación se desborde? La cancillera alemana, Angela Merkel, ha sido contundente a la hora de afirmar que el multicultarismo –se respetan todas las culturas entendiendo que pueden convivir fácilmente– «ha fracasado completamente» en Alemania. Los altercados en las «banlieues» francesas ejemplificaron que modelo de asimilación –el recién llegado debe olvidar su origen y pasar a ser un francés más– no funciona.

Josep Masabeu tiene claro que la integración completa sólo podrá conseguirse si inmigrantes y autóctonos comparten espacio y tiempo con generosidad y respeto mutuos. Como presidente de Braval, una de las entidades que desde el corazón del barrio llevan años trabajando por la cohesión social, Masabeu apuesta por un proyecto deportivo y educativo. Los niños llegan al centro invitados por algún amigo que juega en uno de los equipos de fútbol o básquet de la entidad y, poco a poco, con la labor de los voluntarios, aprenden a convivir con unos valores comunes. El fin de semana compiten en la liga del Consell Escolar de Barcelona. Además, a todos se les ayuda con sus estudios. El objetivo es que los jóvenes no se junten sólo con los que tiene nsu mismo origen y evitar los ghettos.

«Lo que conseguimos es que tengan un referente entre los voluntarios, que se integren sin perder su identidad y que recuperen su autoestima», explica Masabeu. Se les transmite conceptos tan básicos como que hay que ducharse después de cada partido o que es necesario cumplir con los entrenamientos si quieren competir. Todos, inmigrantes y autóctonos, tienen derechos y deberes. La solidaridad es también uno de los pilares de Braval que organiza salidas al Cotolengo o asistencia a los 2.100 ancianos que viven solos en el barrio.

Desde 1998, 900 menores han pasado por Braval. Algunos se han convertido incluso en voluntarios y ejemplos a seguir para los más pequeños, como Glenn, que nacido en Cataluña y de padres filipinos pronto se licenciará en Ingeniería Informática por la UPC.