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Pep es del Madrid por Marta ROBLES

La Razón
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Pase y siéntese, señor Guardiola, que tenemos que hablar largo y tendido. Sabe que le admiro profundamente. No soy distinta de tantos españoles, catalanes o no, seguidores del Barça o no, que lo hacen. Motivos le sobran para despertar esa admiración. Lo que no sé si sabe, pero sí sabemos muchos, es que esa actitud suya que despierta la citada admiración, es más bien madridista. No me miré así y déjeme que le explique.
Ese porte, ese señorío, esa manera de comportarse, ese saber estar, ese espíritu que infiere a su equipo, parecen extraídos, directamente, de algún decálogo de don Santiago Bernabéu. Me consta que usted, a su vez, fue admirador del Real Madrid y algo le debe quedar de aquel tiempo en el que miraba al equipo blanco como el club más grande del universo.
Los que saben, cuentan que se imbuyó tanto de ese espíritu merengue de entonces, en el que reinaba el compañerismo, el jugar para defender los colores de un equipo y no para ganar a costa de cualquier cosa, y el de ofrecer un fútbol de calidad, que se le quedó en el alma para siempre. Si lo piensa igual descubre en su interior que su destino era ser entrenador del Madrid. Si por mí fuera, yo haría el intercambio ahora mismo: usted al Madrid y Mourinho, al Barça. Total, el portugués ya estuvo en ese equipo de entrenador ayudante o de traductor, en los tiempos de Bobby Robson, cuando el Barça se quejaba y requejaba tradicionalmente de los arbitrajes en sus partidos contra el Madrid.
Sus aires blancos, señor Guardiola, han avivado los colores de los cada vez más numerosos hinchas culés; y los azules y rojos de otros tiempos de Mourinho están dejando la sensación, entre los aficionados madridistas, de que a estas alturas del partido todo vale para ganar. Levántese si quiere de mi diván, señor Guardiola. Que ya sé que no le gusta lo que le cuento ¿O tal vez sí?