Lo que aporta la sanidad privada

Disponemos de un sistema sanitario de primer nivel, aunque no exento de problemas relacionados con tres aspectos fundamentales: el incremento exponencial e imparable del gasto sanitario; la falta de recursos suficientes y su gestión para afrontar ese incremento; y la carencia de una voluntad real que optimice y articule todos los recursos, públicos y privados.
Es esa falta de voluntad la que más perjudica los intereses de los ciudadanos, al producir directamente tres consecuencias que hacen que, hoy por hoy, nos estemos replanteando la modificación de uno de los pilares fundamentales de nuestro estado de bienestar: una sanidad universal y gratuita.

 La primera consecuencia que esa falta de voluntad nos depara, es una imagen distorsionada de la concepción del sistema. Habría que asumir que al igual que la medicina es una única, igual es el sistema sanitario español. Comprende dos grandes sistemas, la sanidad pública y la sanidad privada, ambas con excepcionales profesionales y servicios y con excelentes resultados en salud.

La segunda consecuencia nace de las reticencias del anterior y condiciona que ambos entornos, el público y el privado, no actúen de forma integrada y sinérgica en beneficio del paciente al no tenerse en cuenta de cara a la planificación del modelo.
La última consecuencia y la más importante, corresponde a la situación en la que se encuentran los más de 6 millones de usuarios de la sanidad privada, al verse cuestionados con dudas infundadas sobre las prestaciones obtenidas en el entorno privado, y penalizándoles, no sólo al negarles el reconocimiento por el ahorro que generan mediante su copago voluntario, cifrado por término medio en 1.300 euros por persona y año, sino que además no tienen posibilidades de acceder a aquellas pocas prestaciones no cubiertas por su seguro, salvo que lo abonen directamente de su bolsillo o accedan al sistema público, duplicando absurdamente la utilización de los recursos.

El sector sanitario privado está dando pasos importantes en su consideración, como sistema sanitario independiente y complementario del sistema público a fin de poner en valor sus recursos y lo que aporta a la sociedad. Pero quizás, la causa principal que debió haber hecho que esos movimientos se produjeran antes, es sin duda, la defensa de los intereses de los usuarios-pacientes que a pesar de que existe un sistema sanitario público universal y gratuito, deciden priorizar sus intereses y pagar un suplemento de salud voluntariamente.
Los beneficios en salud que el usuario-paciente del sistema privado obtiene del sector son evidentes y como muestra ahí están los 6 millones de asegurados que permanecen constantes en el tiempo. Es en el terreno económico donde el usuario de la sanidad privada no tiene ningún tipo de estímulo ni reconocimiento a su falta de consumo de recursos públicos y al ahorro que genera. Hasta el año 1998 cualquier ciudadano podía desgravarse hasta el 15 por ciento de sus gastos sanitarios.

Cuando se retiró este beneficio fiscal, se dieron de baja el 10 por cientoy de las pólizas individuales contratadas; si se instaurase de nuevo la desgravación, primero sería mas que razonable para los usuarios actuales del sector privado y segundo, posiblemente se darían de alta ese mismo 10 por ciento de usuarios en el sistema privado, generando un ahorro al sistema sanitario público próximo a los mil millones de euros, además de la descarga en la demanda y en la presión asistencial consecuentes.
Estamos en los prolegómenos de una reforma profunda del estado del bienestar, la difícil competitividad frente al entorno, hace necesario el apoyo decidido a la promoción de cualquier iniciativa que descargue de gasto al erario público.