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Ojo de halcón por Julián García Candau

La Razón
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Los padres de la ortodoxia balompédica, los miembros de la International Board, han aceptado la instalación en las porterías de mecanismos tecnológicos que permitan acabar con los goles fantasma. Hacía tiempo que en medios oficiales futbolísticos, medios informativos y en la opinión pública mundial, se solicitaba aprovechar los avances científicos para acabar con situaciones en las que los árbitros son incapaces de determinar si el balón ha traspasado la línea de gol. Desde que en tenis comenzaron a usar el ojo de halcón para confirmar si una bola había entrado en el rectángulo reglamentario o botado fuera del mismo, era evidente que el fútbol no podía continuar mucho tiempo aferrado a la costumbre. Recientemente, en la Eurocopa, quedó sin ser contabilizado un gol que las imágenes de televisión confirmaron que había existido.
El fútbol no es deporte en el que resulte fácil aplicar muchas de las funciones tecnológicas que sí han aceptado otros deportes. Con motivo de la admisión de la fórmula cazagoles fantasma ya hay quienes preguntan si no es también necesario montar dispositivos que determinen si hay fuera de juego. Con frecuencia hay opiniones favorables al arbitraje de los partidos por medio de las imágenes televisivas y éste sí es problema. Detener el juego con cada falta no señalada destruiría el ritmo y habría que definir si los jueces de la cabina televisiva deberían pitar por todo el campo o sólo en el área. Hay goles cuyo proceso se fundamenta en una falta no sancionada en el centro del terreno o incluso el la parcela del equipo contrario. Piano, piano.
Posdata. «Fermín el del banderín», tan cegato últimamente, ¿seguirá en la banda?