Japón
Ayuda sí agoreros no
El mundo está conmocionado desde hace ocho días por lo que ocurrió al otro lado del globo terráqueo. Ocho días de dolor, solidaridad y compasión. Ocho días de alarmas, preocupaciones, plegarias. Mientras cientos de personas perdían la vida por el tsunami que arrasó el noreste de Japón precedido de un gran terremoto, y otras miles trataban de restablecerse y asumir lo que acababa de ocurrir con gran fortaleza e innata disciplina, se abría aquí el controvertido debate acerca de la energía nuclear. La respuesta de la colectivista, perseverante y entregada sociedad nipona, chocaba frontalmente con el oportunismo y la negatividad de quienes en lugar de admirar los logros de las víctimas de la furia de la naturaleza y aprender de la lección que Japón estaba dando al mundo, se obcecaban en los peores augurios para Fukushima. El supuesto riesgo de algo tan alarmante y tantas veces escrito como «hecatombe nuclear» ha eclipsado la lucha por la supervivencia y la ejemplaridad con la que un pueblo unido ha afrontado una inesperada situación de emergencia causada por un seísmo de proporciones desconocidas en Japón. Solo nos queda pedir que se lleguen a controlar las fugas radiactivas y que los tratamientos frente a los posibles daños den sus frutos. El éxodo de extranjeros ya es un hecho. Ojalá también los españoles allí afincados se sientan verdaderamente respaldados por nuestra embajada en Japón.
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