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Pues no

La Razón
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El futuro Gobierno del Partido Popular tiene que cumplir con las promesas electorales de Mariano Rajoy. No al derroche y no al despilfarro, en beneficio de gastos y partidas fundamentales para mantener el estado de bienestar.

El dinero público viene de los contribuyentes. Televisión Española se sostiene gracias al dinero público, el que no hay que despilfarrar, ni derrochar ni gastar en beneficio de unos pocos. El Padrecito Estado, tan encanta-doramente soviético, no puede discriminar a unos creadores de otros. Subvenciones al cine. Una inmensa mayoría de los españoles está hasta el gorro de las subvenciones al malísimo cine español.

Lo poco bueno que se hace se sostiene en la iniciativa privada. Uno creía, quizá con incauta inocencia, que la generosidad con el cine que no ve nadie se iba a terminar. Pero Esteban González Pons nos ha llevado a intuir la decepción.

Don Esteban ha manifestado que es partidario de que Televisión Española sea la gran promotora del cine español y que las televisiones privadas dejen de pagar obligatoriamente el 3% de sus ingresos, para financiarlo.

Totalmente de acuerdo en lo que se refiere al atraco a mano armada que sufren las televisiones privadas. Si una empresa privada quiere jugarse su dinero financiando naderías y bobadas, es muy libre de hacerlo. No por imposición gubernativa. El dinero privado es libre y sus dueños tienen todo el derecho a perderlo.

Pero TVE vive y se financia con el dinero de los impuestos, y el contribuyente, señor González Pons, no está obligado a promocionar con sus impuestos el cine español a través de la cadena pública por excelencia. El cine es industria, y en muy pocas ocasiones, arte.

Y una industria como el cine español, que está en ruinas por culpa de los que hacen el cine español, no puede ser una excepción cultural, que es la manera de disfrazar desde la semántica a la chulería.

Para que el cine español se recupere, se necesita que unos buenos guionistas convenzan a los productores. Que los productores arriesguen su dinero y se la cojan con papel de fumar para producir sus películas, con el sano fin de que éstas constituyan un éxito en la libertad de la taquilla y ganen mucho dinero gracias a esa soberanía no impuesta ni obligada.

Y que los productores, como es lo lógico y normal en la práctica empresarial, contraten al realizador, a los actores, a los electricistas, a los cámaras y a cuantos profesionales son precisos para producir una buena película. Y si la película no despierta interés, el productor pierde dinero, como lo hace el editor que confía en un libro que no se vende, el inversor que cree comprar una obra de arte cuando se trata en realidad de una gamberrada, o el industrial que comercializa un producto que es rechazado por los consumidores.


En los Estados Unidos, que de allí es el cine con mayúscula, se hacen también películas malísimas, incluso peores que las españolas. Pero sus productores pierden el dinero. Y los que invierten decenas de millones de dólares, de sus dólares, y aciertan, ganan centenares de millones porque los espectadores pagan por verlas y disfrutarlas.

Televisión Española no se puede convertir en el pesebre de la golfería del cine. Para eso, mejor dejar las cosas como están. Me caes bien, eres de los nuestros, toma la pasta, produce una bazofia y cómprate un chalé con parcela en donde te apetezca. Desilusión se llama mi película, don Esteban.