Barcelona

Silva se exhibió ante el Atlético

3-1. Silva dirigió el triunfo local en un partido vibrante contra el Atlético de Madrid
3-1. Silva dirigió el triunfo local en un partido vibrante contra el Atlético de Madridlarazon

La presencia de Silva ilumina al Valencia. Con él en el campo, el equipo de Emery se mueve con soltura, pone calidad en sus acciones y hace que el rival, en este caso el Atlético de Madrid, se desconcentre, se asuste y pierda la coordinación. Y es que el canario es un jugador especial, que hace jugar a sus compañeros y que, incluso, se suma al gol casi con tanta alegría como Villa, que anoche nos recordó al jugador que quiere el Barcelona, el Madrid y medio mundo.
Fue Villa el que a a los dos minutos la puso dentro. Forcejeó con Heitinga y marcó. Rodríguez Santiago comenzó una noche aciaga y anuló el tanto por presunta falta al holandés, un fiasco de futbolista, blando y sin carácter. Y es que el Valencia salió enchufado, con ganas, convencido de que en la rapidez de sus acciones podía minar la resistencia de los de Aguirre, que volvieron a las andadas para marcarse un primer tiempo horroroso. Sin Maniche ni Maxi el centro del campo fue un páramo ya que la aportación de los García –Raúl y Luis– no le dio al equipo consistencia. Al revés, el Atlético que siempre carece de elaboración se veía superado en todas las acciones por el Valencia. Así llegaron los goles de Villa, de penalti inventado, y Silva en contragolpe perfecto bien llevado por Miguel ante la indolencia de los centrales y de Pernía.
Como Forlán marcó de penalti, el empujón de Baraja a Agüero fue similar al de Perea a Villa que Rodríguez Santiago había obviado, la gente se fue mosqueda al bar, pensando que un partido que estaba resuelto podría complicársele al Valencia, que lo había hecho todo bien en el primer acto.
Apareció el Atlético con otro semblante, con más ganas de tener la pelota y con más ambición. Forlán y Simão entendieron que el juego, dispararon desde lejos y Renán tuvo que desviar un tiro del portugués. El Valencia ya no mandaba, esperaba en su campo un contragolpe y se guarnecía en su área ante el empuje de los madrileños. Incluso a Aguirre le dio un ataque de valentía. Retiró al inoperante Luis García y buscó con Sinama el mismo trabajo y más gol.
Sin embargo, el guión del partido estaba escrito para David Silva. El de Arguineguín que había bajado el pistón de su juego, quizá porque aún no tenga el ritmo de sus compañeros, apareció para darle oxígeno a los suyos con un golazo. Ujfalusi se equivocó, la pelota llegó a Joaquín que se la dejó a Silva para que hiciese una obra de arte con un disparo espectacular.
Y se acabó el partido. El Atlético lo intentó, pero su fe había muerto en las botas de Silva, en la mejor predisposición del Valencia, que en todo momento supo llevar el el control del juego porque Emery leyó mejor el partido que Javier Aguirre y porque en Silva ha encontrado el director de orquesta que mueve los hilos. Del Atlético está dicho todo, fue víctima de su indolencia, de sus bajas y de que en su escaparate no hay un jugador de las características de Silva, que marca las diferencias.