Literatura

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Un par de apuntes

Un par de apuntes interesantes: el conseller de Cultura de la Generalitat de Cataluña ha dicho que no conocía la fecha de entrega del Premio Cervantes a Ana María Matute y que por eso no estuvo en representación de las instituciones de su región.

La Razón
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Recuerdo de Georges Semprún tampoco estuvo en la entrega del Premio Nobel a Camilo José Cela, como ministro de Cultura del Gobierno de España que era en aquel momento, porque «no había sido invitado». Y todos decimos «¡claro, claro! En su lugar estuvo en vez el ministro de Asuntos Exteriores, Paco Fernández Ordóñez, que era más persona y menos sectario que el resto de los miembros del Gobierno de Felipe González. Pero la grandeza y el genio de Cela y la dulzura de la Matute están por encima de los mamarrachos que manejan el país, por encima de sectarismos y nacionalismos paletos y estúpidos.

Ella escribe en la lengua común de todos los españoles, y eso el catalanerío lo encaja mal. Peor para ellos. Que sigan en su aldeanismo separatista, que los grandes se identifican más con la unidad de este puzzle que es nuestra España. Vamos con el segundo apunte. Un cantante, miembro del grupo de los de la ceja, encarga un par de muñecos de carne y hueso a un vientre de alquiler estadounidense para entretenerse y jugar a los papás.

Hombre, para jugar mejor que se compre unos de goma y no un par de seres humanos que necesitan la referencia de sus dos progenitores para criarse en un hogar dentro de una normalidad. Podría haber optado mejor a una adopción, que sacaría del hambre a algún niñito o niñita con necesidades vitales, pero, claro, no son tan guapos, ni tan rubios ni tan con ojos azules, sino que son de peor raza y con peor pinta. La frivolidad es algo que no tiene límites, la de los políticos y la de los humanos en general.