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Pekín

Los nuevos «hibakusha»

Quienes sobrevivieron a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki sufrieron durante décadas los prejuicios de una sociedad que se enfrentaba, por primera vez en la historia, al terror nuclear.

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Por si no tuvieron bastante con la destrucción de sus ciudades, las horribles quemaduras y los efectos a largo plazo, muchos fueron discriminados laboral e incluso sentimentalmente, ya que muy pocas familias permitían a sus hijos contraer matrimonio con una víctima atómica. Se les conoce como «hibakusha» (afectados por la explosión) y sólo en las últimas décadas se ha reconocido la dimensión de su tragedia.

Salvando las distancias, entre las decenas de miles de desplazados por el accidente nuclear de Fukushima, empiezan a aflorar anécdotas de segregación y recelo. Pese a que ahora se dispone de mucha más información al respecto que hace 60 años, algunos dicen sentirse como «nuevos hibakusha». En varios refugios se han producido quejas de familias que preferirían no alojarse al lado de quienes acaban de llegar de las inmediaciones de la planta averiada. Algunos hoteles y la mayoría de los centros de acogida, están solicitando un certificado que demuestre que los recién llegados no son «radiactivos».

En la televisión japonesa los evacuados expresan su indignación ante las cámaras y recuerdan que, según la opinión unánime de los expertos, se trata de recelos totalmente injustificados. «De más de 17.000 personas analizadas, ninguna presentaba riesgo, salvo 3 operarios de la central», tranquiliza Kenji Sasahara, director de uno de los centros de detección de radiación instalado en Minamisona, a menos de 30 kilómetros de los reactores.

Los detectores de contaminación radiactiva, instalados en las entradas de los albergues de refugiados, se han convertido en verdaderos puestos de control que dan acceso a un lugar para dormir o incluso a la atención médica solicitada. Y en muchos refugios, aquel que no presenta el certificado está obligado a hacerse las pruebas. «Sencillamente, la gente está muy inquieta, lo que por desgracia puede provocar discriminación», admite Kosuke Yamagishi, del departamento médico de la prefectura de Fukushima.

Los problemas de los «nuevos hibakusha» van más allá de la discriminación anecdótica. La mayoría de ellos han perdido su fuente de ingresos. Otros muchos también se han quedado sin casa y sin pertenencias a causa del tsunami. Todos esperan con impaciencia las indemnizaciones prometidas.