Ginebra
Podemos viajar en el tiempo
El descubrimiento de que existen partículas que viajan más rápidas que la luz abre un fascinante debate científico
«Un joven se reencuentra con sus padres adolescentes tras retroceder 30 años en el tiempo gracias a un coche alimentado con plutonio». «Tras seis meses de viaje espacial, una nave desembarca en una Tierra futura en la que el simio está por delante del ser humano en la escala evolutiva». «La USAF envía a un astro-nauta 2.000 años atrás en el tiempo para estudiar la pasión y muerte de Jesús de Nazaret». Podríamos llenar páginas y páginas con falsos titulares extrapolados del cine y la literatura. Con todo, pocos han podido evitar fantasear durante la última semana con la posibilidad de que, en un futuro próximo, estas premisas dejen de ser mero producto de una imaginación prodigiosa. La culpa la ha tenido otro titular. Y este sí, muy real: un experimento de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) pone en tela de juicio la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein al descubrir que existen partículas que viajan más rápido que la luz. Apenas 60.000 millonésimas de segundo, tan insignificantes como desconcertantes, nos hacen soñar con viajar a través del tiempo.
Tras empaparse de las teorías de Galileo, Copérnico, Newton, Kepler y demás maestros, Einstein enunció en 1905 su canónica Teoría de la Relatividad Especial. Y uno de sus pilares radica en que cualquier objeto normal está confinado por la relatividad a moverse siempre a velocidades menores que la de la luz. Como recordaba Stephen Hawking en su «Historia del tiempo», sólo la luz, u otras ondas que no posean masa intrínseca, pueden moverse a la velocidad de la luz.
De Suiza a Italia
Este principio, inamovible durante más de un siglo, fue puesto en cuestión la pasada semana con el Proyecto Opera. Tras tres años de trabajo, los físicos del CERN confirmaron que, desde su centro en Ginebra, enviaron a través del acelerador de partículas 15.000 sucesos de neutrinos –partículas subatómicas neutras y muy ligeras– hasta un detector situado en el laboratorio situado en Gran Sasso (Italia), a 730 kilómetros de distancia. Si la luz –a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo– tarda en recorrer esa distancia 2,4 milésimas de segundo, los neutrinos emplearon 60 nanosegundos menos. «De confirmase el resultado, significaría una nueva revolución en la Física, la mayor sorpresa desde que se enunciara la propia Teoría de la Relatividad», asegura a LA RAZÓN José Bernabéu, miembro del CERN y catedrático de Física Teórica de la Universidad de Valencia. Bernabéu aclara que «en la teoría de Einstein, la posibilidad de tener una señal de mayor velocidad que la luz está prohibida». Instantes después del Big Bang sí que se produjeron velocidades mayores que la de la luz.
Pero esas regiones del universo quedaron desconectadas causalmente de nosotros. «Ninguna señal nos puede llegar desde allí», añade. Por eso, ningún «mensajero», partícula o señal puede superar los 300.000 kilómetros por segundo.
Si la velocidad de la luz no es el límite, ¿qué ocurriría? Una de las bases de la teoría de Einstein es lo que se conoce como la dilatación del tiempo. El tiempo que medimos en un reloj de un hipotético piloto que viaja en una nave espacial a gran velocidad transcurre más despacio que el reloj de un piloto en tierra. «En el límite de la velocidad de la luz, el reloj de ese piloto que viaja en la nave espacial se debería parar. ¿Por qué? Porque el tiempo se va dilatando a medida que la velocidad se aproxima a la de la luz. Al llegar a ésta, el tiempo se congelaría», explica Carlos Hidalgo, responsable de la División de Física Experimental del Ciemat dentro del Laboratorio Nacional de Fusión. Por eso, «si viajáramos a una velocidad superior a la de la luz, sería equivalente a que el tiempo es negativo, por lo que sólo podríamos viajar al pasado», argumenta. Y, por supuesto, jamás al futuro.
Esta ecuación no es la única que manejan los científicos. «Una idea es que los neutrinos viajen más rápido que la luz», dice José Busto, profesor de Física de la Universidad del Mediterráneo de Marsella. Pero existe otra: «En nuestro universo existen tres dimensiones espaciales y una temporal. Podría haber una dimensión suplementaria, a la que nosotros no tenemos acceso pero los neutrinos sí. Estas partículas podrían pasar una parte del tiempo en esa dimensión y salir en un punto más lejano del espacio en tres dimensiones. Sería como coger un atajo para llegar antes», aventura el científico.
Bernabéu también apunta esta dirección. De hecho, la «revolución» afectaría a la teoría de la información. «Los neutrinos supondrían un atajo en el espacio-tiempo, una ventana al pasado», afirma. Así, si ocurre un suceso antes incluso de «nacer» el neutrino, podría atajar alcanzando la luz y «obtener» esa información del pasado.
Pero, como dice Hidalgo, de ser cierto lo demostrado por el CERN, podrían venirse abajo los pilares de Teoría de la Relatividad. «El límite lo impone la velocidad de la luz. Por ello, todo el edificio se tambalearía», concluye el físico del Ciemat. «Los cimientos de la física moderna están en juego», añade Bernabéu.
La «paradoja del abuelo»
Las implicaciones serían tan «absurdas» que los científicos las rechazan de entrada. «Si viajáramos al pasado, podrías alterar la relación personal entre tu padre y tu madre, evitar tu nacimiento...», prosigue Hidalgo. Popularmente se hace referencia a la «paradoja del abuelo» para explicar el sin sentido: una persona realiza un viaje al pasado y mata al padre biológico de su padre, su futuro abuelo, antes de que conozca a la futura abuela. Así, el padre del viajero nunca habría sido concebido. Y, consecuentemente, el viajero jamás podría haber realizado el viaje en el tiempo, pues no habría nacido. «No puedo decir que pueda construirse una máquina del tiempo. Pero hoy en día tampoco puede descartarse nada. Tal vez la relatividad se contradiga, o existan dimensiones por las que se puede viajar. Se puede soñar», dice José Busto.
¿Ha podido el CERN cometer un error? Es una posibilidad que en el propio CERN tienen en cuenta. «La sensación en la comunidad científica es que no es posible dar este resultado por correcto. Ha de confirmarse», sostiene Bernabéu. Y es que cabe el error tanto en la parte experimental como en la explicación de los resultados. La última palabra la tendrán EE UU y Japón, donde se desarrollan los experimentos Minos y T2K, respectivamente. Ambos lanzarán un haz de neutrinos similar al del CERN. En uno o dos años, estima José Busto, podrían verse los resultados.
«Dadas las interpretaciones que se están dando, creo que lo más sensato es estar seguro de que no existen errores sutiles de interpretación», defiende Hidalgo. Porque, por fascinante que sea el resultado, no puede verificarse hasta que un grupo absolutamente independiente lo reproduzca. «A los científicos nos encanta encontrarnos con grandes revoluciones. Y de confirmarse lo del CERN, sería colosal», añade. Mientras tanto, el DeLorean deberá estar aparcado. Y el plutonio, bien almacenado.
El desafío de rebatir a Einstein
Álvaro, propietario de la madrileña librería «La dulcinea», no dio crédito cuando leyó el hallazgo del CERN. En su tienda no falta un ejemplar de «El Universo maravillosamente razonable» (Ed. MMM, 2004), libro escrito por el oventense José Molina, de 87 años, en el que plasma sus objeciones –con décadas a sus espaldas– a la Teoría de la Relatividad. De ahí que nos pusiera en contacto con este científico, que afirma que la Universidad de Elche le ha aceptado un proyecto que demostraría sus teorías, pero que está pendiente de conseguir financiación –alrededor de 7.000 euros–. «En mi opinión, Einstein se equivoca –o tenía la razón parcialmente– cuando afirma que la velocidad de la luz es un invariante», asegura, pues «la velocidad depende de las circunstancias físicas que determinan el campo gravitatorio». Pero tampoco cree que el CERN vaya por buen camino: el error puede venir al «trabajar con variaciones infinitesimales del segundo». Pese a sus críticas, que nadie se equivoque: «Aunque no estoy de acuerdo con su filosofía, Einstein era un hombre genial. Tenía la grandeza de la síntesis».
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