Compromís

Un sacrificio inútil por Carmen Gurruchaga

La Razón
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El ex presidente de la Generalitat Francisco Camps ha sido absuelto por la Justicia de la ridícula causa de los trajes y de paso, se va a librar de la pena del telediario y de la de algunos periódicos que le han hecho la vida imposible, pero nada ni nadie le compensará de la tortura sufrida estos tres años por la persecución de la que ha sido objeto.

El «caso Camps» es un claro ejemplo de lo que supone la utilización de los aparatos del Estado en favor del partido que gobierna –el PSOE en este caso–, para destruir a su oponente político, el PP. El trasero utilizado para tan indigno fin fue el del ex presidente valenciano, granero de voto de los populares. Y lo peor casi es que tan inmisericorde persecución no ha obtenido ningún resultado positivo para quien ha retorcido las herramientas que podía manejar para conseguir involucrarle a él y al partido en un caso de financiación irregular. Bueno, realmente han logrado una de las cosas que perseguían: destruir políticamente a Camps, que se sacrificó para no perjudicar a su partido, pese a que podía haberse reconocido culpable, pagado una multa y seguir en el puesto. Pero su dignidad se lo impidió, porque prefería demostrar su inocencia –a pesar del riesgo que conllevaba ser juzgado por un jurado popular–, ante los centenares de miles de ciudadanos de la Comunidad Valenciana que, con la causa judicial a cuestas, le votaron mayoritariamente para que volviera a ser su presidente. Y le dieron otra vez la mayoría absoluta.

Supongo el orgullo que debe sentir hoy su mujer, sus hijos y todas las personas que le quieren, pero también albergarán una sensación de rabia por los innecesarios malos momentos pasados y las consecuencias habidas. El ex presidente de la Generalitat lo ha pasado muy mal, pero Ricardo Costa, que asimismo ha sido considerado «no culpable», también ha pasado su particular calvario, al querer correr la misma suerte que su amigo Camps.