Sevilla

Mansos Sí y con guasa

Como si la mansedumbre se contagiara, la corrida de Alcurrucén resultó una epidemia. De mansos, de hartarse a huir de los capotes, de protestar en la muleta, de mirones, de probar el valor de los toreros, de los banderilleros, de cruzarse de salida. Y ya de remate, las cosas raras que hicieron quinto y sexto desde que abandonaron la puerta de toriles.

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El sexto se medio arregló en el último tercio, eso sin querer ver que salía del embroque con la cara por las nubes, pero ya solo con que pasara con nobleza era un éxito. El éxito que no ofrecieron a nadie. Qué coraje para los toreros, para el público... Fallaba todo, hasta el pronóstico, porque la corrida no podía estar mejor hecha, estrechita de sienes, con el remate justo... Para embestir, puñeta, pero por no embestir de verdad de verdad ni uno.

Digamos que el cuarto se dejó, más en la línea de la casta que de la mansedumbre, y Oliva Soto no volvió la cara. Pegaba un derrote el animal al final del viaje, pero impuso Oliva su muleta, su decisión, sus ganas. Y esta vez la faena tuvo estructura por la mano derecha, inquietud, gatos en la barriga para aguantar, que el de Alcurrucén tampoco es que fuera una hermana de la caridad. Pinchó antes de que entrara la espada. Salió abanto su primero. Marcaría el sino de la tarde. Y huyó después del peto para pegar arreones en la muleta. No era para tomarse confianzas y Oliva Soto al menos lo intentó.

Desesperante resultó el segundo, que salió suelto como si se le hubiera perdido algo. Rubén Pinar, que ayer bailó con dos feas, lo luchó, pero lo único que consiguió es que el animal le fuera dando un aviso detrás de otro. El quinto se atravesó con el capote y parecía tener un claro defecto en la vista. Se lo puso cuesta arriba a Pinar, a la cuadrilla, y hasta al público. Menos mal que en última instancia optó por no arrancarse. Qué pesadilla.

Miguel Tendero al menos pudo quitarse el gusanillo de pegar veinte pases medio airosos con el sexto astado, que no humillaba ni a la de tres, pero tampoco lo hacía con malicia. Dejó estar. Más aburrido resultó la faena al tercero. El derecho era territorio prohibido. Y por el izquierdo, los esfuerzos caían en el saco roto de la indiferencia. Una tarde difícil, por la guasa de los toros, porque el arte está en un camino paralelo, y porque dos tardes seguidas son demasiado para corazones endebles. De una en una y de mucho en mucho. Si hace falta calarse hasta los huesos para ver torear, qué vuelva la lluvia. Con catarro incluido.

Sevilla. Tercera de la Feria de Abril. Se lidiaron astados de la ganadería de Alcurrucén, bonitos de hechuras, con peligro y de mal juego en general. Menos de dos tercios de entrada. Oliva Soto, de burdeos y azabache, media, dos descabellos, aviso (silencio); pinchazo, estocada (saludos). Rubén Pinar, de berenjena y oro, pinchazo, estocada caída (silencio); estocada (silencio). Miguel Tendero, de malva y oro, buena estocada, dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada (silencio).